A PLENO PULMÓN
Regurgitar noticias

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Hojear periódicos es un hábito compulsivo propio de periodistas.  Es obvio que quienes no son periodistas también hojean los diarios.  Para leerlos no tienen más remedio que “pasar las páginas”.  Pero los “usuarios” comunes de la prensa escrita no hojean del mismo modo que hojean los periodistas.  A juicio de muchos profesionales de la prensa, “los periódicos se hacen con periódicos”.  El periodismo es una actividad “rumiante”, que vuelve a digerir lo que ya comió.  Por eso existe el “background”, una forma de volver atrás para que el lector conozca los “antecedentes” de tal o cual problema.

Algo parecido se usa en la televisión, especialmente en la transmisión de encuentros deportivos: repetir las imágenes de una jugada importante, con la finalidad de que “los fanáticos” puedan percatarse de “los detalles”.  Es el conocidísimo “replay”.   A medida que el periodismo “envejece”, esto es, que su historia se dilata, surgen más oportunidades para republicar noticias añejas revestidas de interés actual.  He visto, en una revista extranjera, un “revival” de modas femeninas.  Exponía la evolución de la ropa de mujer durante las ultimas nueve décadas.  Sombreros, carteras, zapatos, vestidos, han experimentado cambios notables.  Las fotografías de los periódicos, y la publicidad difundida por los fabricantes de ropas, permiten reconstruir visualmente esta parte de la historia de las costumbres.

La ropa interior de mujer ha sido objeto de muchos reportajes interesantes y graciosos, acompañados de comentarios sociológicos, religiosos, sexuales.  Todo ello muestra, de manera fehaciente, que los periódicos viejos sirven para elaborar  los nuevos.  El llamado “arte retro”, que retoma formas del pasado y las adapta a los nuevos tiempos, no sería posible sin la documentación aportada por los periódicos.  Los actuales diseñadores de automóviles “se inspiran” con la contemplación de los “coches clásicos”. 

Las estadísticas de los sucesos se compilan a partir de las reseñas que publican los periódicos.  Crímenes, atracos, violaciones, suicidios, aparecen en los periódicos; lo mismo quiebras de negocios o inauguraciones de empresas.  Los historiadores trabajan mucho mejor en las hemerotecas que en los registros oficiales.  Sorprende que la crítica de las fuentes, y la “hermenéutica” de los historiógrafos, hayan sufrido menos cambios que las bragas, corpiños, enaguas, sostenes, que usaban las mujeres en 1920.

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