Me han recomendado que abandone la profesión de periodista y que me dedique a otras actividades más lucrativas y menos riesgosas. Cada vez que opinas sobre algún asunto de la vida pública, pisas algún callo o tocas intereses contrapuestos. Los escritores que intentan ser objetivos no satisfacen a ningún grupo político, empresarial o religioso. El periodismo de opinión es el reino de la controversia. Hasta el estilo del periodista, o sus temas predilectos, pueden ser cuestionados por los lectores. Estos argumentos los presentaba un amigo periodista para convencerme de que cerrara la columna A pleno pulmón.
En esta época desdichada estamos sometidos a los caprichos de los delincuentes. Basta con que un traficante de drogas le tenga ojeriza a un periodista para que su vida esté en peligro. Los asesinos a sueldo, como se ha visto, contratan crímenes pagaderos a plazos. Un marido celoso, un político amargado, un psicópata en crisis, pueden encargar a un sicario que te pegue tres tiros. La policía, como bien sabes, no puede protegerte de ninguna manera. Ellos forman parte del tinglado. No hay que hacerse ilusiones. Además, ocurre no sólo aquí; también en México y en muchos lugares más.
Mientras escuchaba los consejos del periodista, entró a su teléfono celular la llamada de un alto funcionario militar; le informaba de la captura de un cargamento de drogas en la costa sur del país. Aproveché la pausa para preguntar: ¿No hay algún narcotraficante que sea amante de la literatura? ¿No estás tomando en serio nada de lo que te he dicho? Por supuesto que sí; pero a veces sucede que hay delincuentes fanáticos de la lectura.
¿Cómo es eso? Pues te diré que hay tipos raros en el mundo del hampa. Los hay que no aprecian a los periodistas complacientes. Saben de sobra que pocos negocios producen tanto dinero como la venta de narcóticos. Les asombra que haya hombres empecinados en realizar trabajos que no enriquecen. Me han contado que un ex-convicto, liberado de una cárcel de los EUA, confesó: soy rico y ya no puedo salirme de esta porquería. Estoy viejo y cansado; me volvería loco si viera que todos aplauden lo que pasa en las calles de N.Y.