El hombre común dispone de una sola vida; no tiene posibilidad de vivir dos, como fue el caso de Lázaro, quien pudo levantase y andar por obra del milagro; el hombre no sobrevive fácilmente a las calamidades políticas y desastres naturales. Por eso nunca le han atribuido, como al gato, disponer de siete vidas. Para colmo, los hombres no logran determinar cuando llegará la muerte. Un conocido poeta portugués escribió: muerte cierta, hora incierta. Sabemos que vendrá la muerte, pero no sabemos cuando. Al decir que disponemos de una sola vida decimos mal, pues disponemos de ella parcialmente, con albedrío limitado o condicionado.
Una parte importante de nuestras vidas se nos escurre por la infancia, cuando somos criaturas alimentadas y bañadas y vestidas por nuestros padres. Después asistimos a la escuela donde nos imponen las letras y los números. Llegados a la mayoría de edad empieza a despuntar el carácter propio; aparece el feto de nuestra vocación, brotan las pretensiones juveniles que pugnan por afirmarse frente a las personas mayores. Enseguida experimentamos el choque con el contorno, el acomodamiento a las realidades sociales, económicas, laborales. Es el comienzo de la vida real, la vida personal de cada uno. A partir de ahí arranca nuestra auténtica vida.
El entusiasmo por vivir hasta una edad avanzada depende de que nuestra existencia tenga un argumento central, como las obras de teatro o las películas de aventuras. ¿Cuál es la misión que nos hemos propuesto realizar? ¿Con que clase de actividades queremos llenar el tiempo de nuestras vidas? Es imprescindible subrayar que la substancia de la vida es el tiempo. Venimos al mundo con las horas contadas. El poeta Antonio Machado nos advirtió que no veremos caer la última gota que en la clepsidra tiembla. En su celebrado poema dice: Daba el reloj las doce… y eran doce golpes de azada en tierra…. Menciona relojes de agua y de campanas.
Las personas con tareas pendientes de cumplir están conscientes De la brevedad de la vida, como afirmaba Séneca: el tiempo no alcanza para dar fin a los proyectos, cuando son grandes, delicados o hermosos. Muchos hombres viejos luchan por prolongar sus vidas achacosas, solo para completar los trabajos pendientes.