A PLENO PULMÓN
Remedios interiores

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Además del viejo humanismo del Renacimiento, punto de arranque de este huidizo concepto, existen variados humanismos contemporáneos: humanismo cristiano, humanismo socialista, humanismo existencialista.  El humanismo del Renacimiento consistía en un “regreso” al estudio de las culturas antiguas.  De este modo el hombre conseguía descubrir las raíces profundas de su propia historia.  Las palabras de nuestra lengua, las ideas filosóficas, científicas, políticas, de los hombres del pasado son el sustrato intelectual de nosotros mismos.  Conocer la lengua latina y el griego se consideró, durante mucho tiempo, una vía de “reconstrucción ontológica” de la persona. 

El estudio de las lenguas muertas fue abandonado poco a poco por casi todas las universidades.  Latinistas y helenistas llegaron a ser “rarezas académicas”.  Sólo algunos expertos en literaturas antiguas “se daban el lujo” de aprender lenguas “que nadie hablaba”.  Se llamaron humanistas aquellos hombres de letras cuyas doctrinas giraban alrededor del valor del hombre y de su destino en el mundo.  Cuando los pueblos experimentan crisis económicas, revoluciones, trastornos sociales, guerras civiles o internacionales, se dice que requieren curas o tratamientos “humanísticos”.  Estos remedios operan, lentamente, de adentro hacia fuera, de los individuos hacia la sociedad.

Las grandes crisis colectivas nos “despojan” de creencias tradicionales asentadas en la tierra firme de la historia.   Abandonamos “los buenos modales” para arrebatar un pedazo de pan, un lugar de trabajo, un espacio para dormir.  La piedad, la honestidad, el respeto a los ancianos, el “amor a la verdad”, naufragan juntos, como se hunde con todos sus equipos de defensa un acorazado abatido por un torpedo.  Los humanistas sostienen que el hombre puede resistir “la dureza de los tiempos” y renovarse tras cada época calamitosa, gracias a la educación que le permite descubrir “que algo anda mal”.

Stephen Jay Gould expandió la conferencia de C. P. Snow acerca de “las dos culturas”, recomendó la conciliación de dos saberes humanos indispensables: ciencias y humanidades.  Hablaba “en vista” del tercer milenio que entonces comenzaba. Sin las destrezas mentales de las humanidades difícilmente superaremos los conflictos de la “sociedad del conocimiento”.  Las ciencias aplicadas controlan todas las sociedades.  Henri Poincaré llegó a decir: “la sociología es una “ciencia” con el mayor número de métodos y el menor de resultados”.

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