A PLENO PULMÓN
Remiendos del alma

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Don Miguel de Unamuno se refería a menudo a los “hombres de carne y hueso”; a los individuos concretos, determinados, habitantes de “esta tierra” que  vemos y palpamos con asombro o terror.  Quería don Miguel que distinguiéramos claramente entre asuntos genéricos y problemas específicos “de la persona”.  No es lo mismo “la humanidad” que mi vecino de enfrente.  La “especie humana” es una realidad que no se parece a “mis hijos” o a “mi madre que me parió”.  Transitando el camino de las abstracciones corremos el riesgo de no entender lo que es obvio y podemos tocar.

El hombre que anda y suda, que siente y padece, no es el hombre del que hablan las ciencias y las estadísticas.  No tiene efecto consolador saber que las moléculas de nuestro cuerpo contienen agua, calcio y otras substancias, si estoy sin trabajo y la moneda ha sido devaluada.  Las verdades de la ciencia no me sirven para resolver conflictos interiores que me desgarran.  ¿Qué ganamos con que un naturalista afirme: el hombre es un animal mamífero que en rarísimas ocasiones llega a vivir un siglo?  La edad del universo se torna un problema “insignificante”, si sufro de cáncer y mi novia ha decidido abandonarme.

 Las ciencias posibilitan las técnicas; y las técnicas aplicadas magnifican el rendimiento de la producción industrial; los instrumentos técnicos transforman positivamente las vidas de hombres y mujeres, en campos y ciudades.  Las ciencias constituyen un cuerpo de saberes admirables, valiosísimos.   Pero las ciencias, por si solas, no pueden “remendarnos” el alma.  Si el lector objeta el uso de la palabra “alma”, queda en libertad de sustituirla por “psique”, que es algo parecido y con mayor prestigio entre psicólogos; si le parece mejor decir “sentimentalidad”, no tenemos ninguna razón importante que oponer.  El caso es que los gozos y sufrimientos humanos son independientes de las verdades “científicas”.

Sin embargo, las artes consiguen poner “remiendos” en el alma.  La música, la poesía, el teatro, la pintura –todas anteriores al desarrollo de las ciencias-, son ungüentos que nos alivian irritaciones y dolores.  Por supuesto, también las “ocupaciones felicitarias”, como bailar, cantar, cocinar, viajar.  Debemos reconocer que “la ciencia electrónica” multiplica la disponibilidad de eficaces “remiendos” artísticos.

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