A PLENO PULMÓN
Repensar la cultura

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Raza, religión, idioma, es el titulo de una serie de artículos míos que fueron publicados por el Listín Diario. Con dichos artículos inicie los comentarios a un libro de León François Hoffmann titulado “Couleurs, croyances, creole”, esto es, colores, creencias, creole. He propuesto que el señor Hoffmann, profesor de la Universidad de Princeton, sea invitado a dictar conferencias en la República Dominicana. Seria útil que el público de esas posibles conferencias estuviera compuesto por dominicanos y haitianos; que asistiesen sociólogos, diplomáticos, periodistas, políticos, historiadores.

Los haitianos, según Hoffmann, apoyan su identidad cultural sobre tres puntos básicos: la negritud, la religión “vodou” y la lengua creole. Esta lengua procede de los plantadores normandos; fue la “lingua” franca de los esclavos. Los esclavos de las plantaciones de Haití no hablaban una lengua común, pues venían de distintos lugares de África. La lengua de los colonos normandos se convirtió en el idioma de los esclavos. Esa lengua ha incorporado diversos ingredientes léxicos en el curso de tres siglos y medio. La rebelión de los esclavos contra la espantosa opresión de los blancos franceses no suprimió el creole.

Los esclavos de las plantaciones francesas de Haití estuvieron sometidos a un trabajo tan intenso que solo tenían una «vida útil» de siete u ocho años. La revolución haitiana, como era de esperar, asumió un cariz racista: los negros contra los blancos. Las primeras constituciones haitianas no reconocían la ciudadanía a los blancos nacidos en el país. Los tambores del “vodou” jugaron un papel de primer rango en la independencia de Haití. Price-Mars, etnólogo haitiano, subraya este aspecto de las particularidades culturales de su pueblo, lo mismo que el doctor François Duvalier, un dictador que fundó su política sobre esos tres caracteres de la historia social de nuestros vecinos.

Negrismo, «vodou” y creole, fueron el eje ideológico de Duvalier. La lengua creole es declarada idioma oficial de Haití por la Constitución de 1987. Esa oficialización ha dado lugar a severos problemas en la enseñanza superior. Transmitir la ciencia y la tecnología contemporáneas en creole no será tarea fácil, ni para políticos, ni para pedagogos, ni para lingüistas. Repensar estos asuntos podría ayudar tanto a los haitianos como a los dominicanos. (Opinionpress).

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