A pleno pulmón
Retortijón migratorio

A pleno pulmón<BR>Retortijón migratorio

Muchos pequeños pueblos de España se están quedando vacíos; las familias que los habitaban han emigrado a otros lugares, en busca de trabajo o de una vida menos aburrida y previsible. Las hermosas casitas de piedra parecen retoños calcáreos de las viejas callejuelas donde están enclavadas.  Reporteros a la manera antigua, poetas hipersensibles, escritores hastiados de las grandes ciudades, creen que es posible vivir en aquellas serranías apartadas “en soledad creadora”.  Pero ni siquiera San Juan de la Cruz encontraría allí la “soledad sonora”, si no hay vendedores de provisiones, calefacción, policía rural, dispensarios médicos, espectáculos musicales.   Sólo una fuerte vocación de explorador llevaría un hombre a ir a un sitio de donde todos quieren irse.

 Los emigrantes proceden de todos los países. Unos se van por guerras o persecuciones políticas, otros por razones económicas. Montones de jóvenes de los pueblos de provincias desean estudiar carreras universitarias; no quieren seguir anclados en el “mundo agrícola” en que vegetaron sus padres. El resultado es que los campos terminan sin mano de obra nativa, los bordes de las ciudades crecen desordenadamente. A las tierras abandonadas van a trabajar emigrantes desesperados de otros países; en las ciudades, el hacinamiento hace florecer la delincuencia. La población rural decrece; la urbana se incrementa; los políticos cuentan con esa transformación incesante.

 Saben que los empresarios necesitan mano de obra barata para producir alimentos.  El suministro de comestibles es esencial para los habitantes de grandes ciudades; por tanto, un problema fundamental para comerciantes y políticos.  Ningún gobierno desea enfrentar “el desabastecimiento”.  El trabajo de los emigrantes “ayuda a la producción y estimula la economía”, dicen los economistas.  Finalmente, los políticos descubren la conveniencia de ganar la simpatía de los emigrantes, tengan papeles o no. Unos y otros pueden llegar a ser ciudadanos.

 Ocurre así en Grecia, en EUA, en la RD y muchas naciones de Europa y de la América hispánica.  Es obvio que también se producen “desajustes”, como los llaman los sociólogos: pueden perderse empleos para los nacionales del país que recibe los emigrantes; pueden surgir: xenofobias, enfrentamientos étnicos, insolidaridad intrabarrial.  El mundo padece hoy un retortijón migratorio que ha modificado los campos, las ciudades, la economía y el proselitismo político.

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