Durante uno de los innumerables apagones que sufrimos cada día fue necesario abrir las ventanas de mi oficina para que circulara aire fresco. El apagón había sido tan largo que el inversor ya no aguantaba la carga de los abanicos de emergencia. Al levantar las cortinas venecianas, a fin de dejar pasar la luz, quedaron a la vista los patios de los edificios contiguos. Me asomé a mirar un paisaje ordinariamente oculto: cordeles corredizos de tender ropa a secar, tanques de gas propano, zafacones, pequeñas plantas eléctricas, herramientas de limpieza. Contemplar camisas, faldas y ropa interior colgando al sol, me pareció inicialmente- una intrusión en la vida privada de mis vecinos.
Por un momento me sentí un mirón impertinente, un espía de intimidades domésticas. Y ciertamente, cualquier fisgón chismoso puede, en estos casos, escuchar las conversaciones de amas de casas con sus cocineras, discusiones sobre dinero entre una señora y su marido. Pero a través de las ventanas de cualquier edificio de varios pisos, también, los sociólogos podrían hacer el mapa de la parte trasera de la existencia de la clase media dominicana de hoy. Esa parte de atrás remite a la parte de alante, como si fueran el anverso y el reverso de una moneda.
Los tanques de gas están aprisionados por cadenas para impedir que sean robados cuando inquilinos o propietarios salen de las casas. Los bordes de los linderos están guarnecidos por tres líneas de alambre de púas que, además de proteger de ladrones, funcionan como cordeles adicionales para trapos de cocina. En pasillos laterales de servicios hay luminarias para que de noche no queden rincones obscuros donde puedan esconderse delincuentes. La parte de atrás revela el miedo de quienes viven en la parte delantera.
Un apagón puede convertirse en iluminón. La clase media dominicana colecciona envases para almacenar agua. Los tinacos, por lo general, se instalan en los techos. Los patios se usan para guardar reservas especiales. Todo está calculado para que falte el agua, la electricidad o la vigilancia. Asimismo, está prevista la delincuencia continua. El iluminón, la iluminación intelectual sobre la vida social dominicana, puede entrarnos por una ventana que no queríamos abrir y sin tener intención de acechar.