A PLENO PULMÓN
Ruleta del buen pastor

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Él creía que el señor no era su pastor.  A pesar de que nada le faltaba, pues dormía sobre sabanas limpias y reposaba durante largas siestas, estaba convencido de que nadie guiaba sus pasos.  Las cosas llegaban a sus manos cuando menos las esperaba.  Nunca luchó para conseguir empleos; jamás intentó ganar más dinero que el vecino de su derecha, vendedor de bienes raíces, ni alcanzar mayores honores que otro vecino, el de la izquierda, político militante y “experto laboral”.  Siempre fue un descreído “inmerso en labores improductivas”, decía su hermana monja.

En una ocasión sembró doscientos quintales de papas, en terrenos inapropiados para papas, “en tiempos que no eran de papas”.  Cosechó dos quintales que tuvo que ceder a los jornaleros.  Llegó  a ser dueño de extensas tierras vírgenes.  Las recibió en pago de una “mensura rural” de la cual fue  “ayudante principal”.  El agrimensor-contratante del trabajo lo empleó porque hablaba con dulzura a los campesinos y era capaz de dormir en tiendas de campaña, en lugares insalubres llenos de insectos peligrosos.  A veces él se comprometía en proyectos “sin pies ni cabeza”.

 Pero ocurría que el agrimensor-contratante bebía mucho.  Todas las noches consumía varias botellas de ron.  El alcohol le soltaba la lengua.  Un día dijo “algo desagradable” en relación con el gobierno del generalísimo Trujillo.  Lo llevaron preso al destacamento de Higüero, donde un teniente fornido le pegó un pescozón.  El agrimensor, enfurecido, lo agarró por el brazo y le mordió una mano; el teniente lanzó un grito; un sargento saltó a su lado y golpeó al preso repetidas veces con una macana.  El agrimensor cayó al piso moribundo.

 Él devolvió todos los papeles al terrateniente: planos, títulos, levantamientos topográficos.  Un año después el dueño de los predios lo llamó por teléfono para que “pasara por su oficina”.  Le entregó diez mil pesos y un documento notarial: la cesión de 20,000 tareas de tierra.  -“He vendido muy bien las tierras que mediste; quiero pagar con tierras el trabajo de los dos.  Tu socio, desdichadamente, está muerto.  Haz lo que quieras: vender, sembrar, talar árboles.  Aunque mi agrimensor no le gustara al gobierno, el señor me ayudó en presencia de los enemigos”.

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