Hay personas que rezan durante la Semana Santa; dan gracias a Dios por estar vivos y comer todos los días, por ver creciendo saludables a sus hijos, por tener un trabajo estable. También hay personas que beben durante la Semana Santa. Consideran que no se debe trabajar todo el tiempo, que unos cuantos tragos sirven para liberarnos de las muchas tensiones a que estamos sometidos hoy. Dicen: las bebidas alcohólicas favorecen la camaradería, facilitan los negocios, aflojan los nervios. Bien lo saben los médicos y los curas, añaden. Hay otros individuos que aprovechan la Semana Santa para reflexionar. Pero estas reflexiones no son, como podría creer el lector, religiosas o filosóficas.
Por lo general los reflexivos son tipos que pretenden saber cómo es la cosa; y además, explicarles a los contertulios cómo ellos ven la cosa. Llaman la cosa a la parte oculta de los asuntos políticos; o al interior no visible de los negocios de alto rendimiento. Aquellos que rezan obtienen consuelo temporal, cierta paz psíquica y, en algunos casos, vigorosas esperanzas para vivir. Los que beben logran divertirse, olvidar las preocupaciones, poner un gozoso paréntesis entre una angustia y la siguiente. En ocasiones deben pagar con recargo la multa existencial que es la resaca. Rezar y beber producen efectos diferentes.
Los resabios de los reflexivos mundanos engendran otra clase de problemas. En primer lugar, para los amigos que están obligados a escucharlos para saber cómo es la cosa. Reflexivos, rezadores y bebedores, es una clasificación rudimentaria que sólo se justifica para fines didácticos o informativos. En la realidad tenemos rezadores que son bebedores y bebedores que son reflexivos mundanos.
Un bebedor-reflexivo puede tardar más de tres días en transmitir ciertos conocimientos privilegiados a un amigo de confianza. Sus revelaciones acerca del subterráneo donde tienen lugar los verdaderos movimientos políticos o económicos, son ofrecidas con cuenta gotas. No porque falten datos o precisiones. Es que saber como es la cosa es algo comprometedor y peligroso. En la Semana Santa no hay licencia para ser deslenguado. Reflexionar en voz alta no es conducta recomendable. El Jueves Santo, en dos ocasiones, estuve a punto de saber cómo es la cosa. Pero hubo que interrumpir la conversación.