A PLENO PULMÓN
Sacar la mano del texto

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Escribir todos los días tiene algunos inconvenientes; no siempre disponemos de un tema grato para desplegar a los ojos del lector.  Hay ocasiones en que “dificultades practicas”, conectadas con el trabajo o la familia, nos impiden concentrarnos en el objeto del artículo.  Otras veces ocurre que carecemos del talante espontáneo para escribir. Entonces es necesario escribir a la fuerza, por puro deber, para cumplir con nuestras obligaciones con el periódico y su director.  Escribir todos los días es un ejercicio múltiple: de la atención, de los músculos, de la imaginación y la voluntad. 

Ese “entrenamiento” permite recuperar la tensión requerida para exponer, explicar o narrar, los “asuntos del día”, los problemas innumerables que agobian al ciudadano común.  Es muy extraño que no hayan surgido asociaciones dominicanas para el fomento de las responsabilidades colectivas.  Vemos por todas partes que cada uno “está en lo suyo”; sin pensar que “lo suyo” está alojado en el contexto de los otros; y eso “suyo” podría ser mejor cualitativamente, y disfrutado más gozosamente, si la sociedad completa reforzara sus organizaciones políticas, jurídicas, educativas.

 Al abordar estos contrasentidos el periodista quiere dar un campanazo de alerta, tocar una sirena para despertar a quienes no han advertido la precaria situación en que vivimos.  Descubre entonces que el destinatario del escrito puede preferir “no leer nada”.  Por tanto, no se entera de aquello que ha pretendido “difundir”.  También existen subscriptores de periódicos que leen los escritos de opinión, pero no les importa que digan hache o erre.  Piensan que da lo mismo lo uno que lo otro.  El apenado periodista comprende que, a pesar de sus esfuerzos, “no le hacen caso”.

 Tal vez las tecnologías de comunicación resuelvan en lo porvenir esas frustraciones de los periodistas.  Algunas veces los columnistas habituales de un periódico –los que consiguen lectores regulares- desean sacar la mano del texto del artículo y agarrar la cara del lector… para que fije la atención, no se distraiga, y repare en “el punto central”.  Alguien me dijo que agarrar la cara de un lector contraviene la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ni maestros de niños pueden hacer eso.  Los periodistas deberán conformarse con sacar la lengua en privado.

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