A PLENO PULMÓN
Sacudida sentimental

A PLENO PULMÓN<BR>Sacudida sentimental

El amor que sienten los dominicanos por su país comienza por las cosas físicas que entran por los ojos: el hermosísimo valle de la Vega Real, el salto de Aguas Blancas, los bosques de pinos de Jarabacoa, las playas de arena de coral de todo el Este, la sobrecogedora belleza de la Bahía de Samaná.  También ese amor se transmite a través de padres y madres y se afianza en el curso de la vida. La música, las comidas, los poetas -Moreno Jiménez, Manuel del Cabral, Pedro Mir, Mieses Burgos-, son ingredientes artísticos del amor a nuestra tierra.  Escuchar en el extranjero el ritmo inconfundible del “Compadre Pedro Juan”, de Luis Alberti, puede producir una sacudida sentimental.

Oír la lectura de dos poemas: “Paisaje con un merengue al fondo” y “Canto triste a la patria bien amada”, de Franklin Mieses y Héctor Incháustegui, respectivamente, podría desencadenar pensamientos dolorosos o urticantes.  La poesía es capaz de mostrarnos el tránsito de la historia con inesperada eficacia.  Un buen verso expresa en una cápsula lo que no cabe en tres tomos de los historiadores.  Incluso la política recibe, a veces, sorprendentes iluminaciones desde la poesía. 

En la “amplia bandeja del recuerdo” no solamente vemos “empalizadas bajas y altos matorrales”; conservamos además en la memoria viejas consignas políticas, a las cuales se han incorporado nuevos “slogans” de un género que nunca muere: “Horacio o que entre el mar”; “seguiré a caballo”, “e’palante que vamos”. “llegó papá”.  Al leer esas exhortaciones de campaña nos parece que el tiempo se ha detenido.  Todas son estructuralmente iguales; están construidas sobre la ignorancia, sea esta rural o urbana.

Únicamente la educación y el trabajo asiduo podrían cambiar esa clase de lemas.  Pobreza, desempleo, falta de escolaridad, determinan el carácter de la sociedad dominicana y condicionan sus hábitos políticos.   Para remover esos obstáculos de la convivencia necesitamos dirigentes políticos que promuevan el amor al país; que sean portadores de mensajes que permitan recobrar la fe en nuestro destino nacional.  Inyectar vitalidad en una comunidad fatigada sería la gran tarea para un nuevo gobernante.  Restaurar la confianza de la población es un objetivo esencial para el desarrollo económico.  Una bendición para sociedades desalentadas y “desmotivadas”.

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