A PLENO PULMÓN
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Es seguro que a usted no le gustaría vivir en Siria.  En ese país Bachar-el-Assad asesina todos los días varias docenas de ciudadanos.  Legendarias ciudades como Damásco y Alepo son lugares donde el ejército sirio ametralla a la población siria.  Tampoco a usted le gustaría vivir en Juárez, una ciudad mexicana calificada de ser “la más peligrosa del mundo”.  Allí cada semana aparecen paquetes con cadáveres mutilados.  Las pugnas entre traficantes de drogas son espantosas.  Los habitantes de la región deben aceptar resignados que los delincuentes controlen la vida colectiva.  Lo mismo ocurre en Tijuana o en Culiacán.  La gente desea emigrar sin saber a qué infierno nuevo irá a parar.

Miles de dominicanos compran costosos pasajes de yola y afrontan los peligros del Canal de la Mona, con la esperanza de vivir mejor en Puerto Rico o en EUA.  En Santo Domingo, ciertamente, tenemos muchos problemas ingratos.  Hacer la lista nos restaría espacio para presentar aspectos muy importantes de la vida de hoy en el mundo entero.  El lector debe, pues, elaborar su propia relación de “los males locales”.  Muchos de los que abordan las yolas mueren devorados por tiburones o son apresados por autoridades de migración de los Estados Unidos.  Algunos dominicanos que emigraron a España están regresando a sus respectivos pueblos de origen, debido a la crisis económica europea. 

 El sábado pasado el diario “El País” publicó un artículo del escritor Félix de Azua, titulado “Sobre los altos bajos fondos”.  Es un escrito acerca de la “criminalidad social generalizada”.  Intenta exponer cómo hay momentos de la historia en que “los jefes del crimen son quienes en verdad dirigen la vida política”.  Nos recuerda el Chicago de los “gangsters”, en los años treinta; la ciudad de Londres bajo la influencia de los hermanos Reggie y Ronnie Kraig.  Explica que “durante los periodos de corrupción general no hay izquierdas ni derechas.  Puede haber un “socialismo cleptómano”, que fue el caso de Roma en la época de Bettino Craxi.

El autor termina sugiriendo que “una buena novela” podría aclarar esta situación con mayor efectividad que un ensayo.  Piensa que la “seducción literaria” incitará a la “investigación universitaria”.  ¿Debemos permanecer en el país donde vivimos?

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