A PLENO PULMÓN
Sermón de la planicie

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Sermón de la planicie

Una nación “se deshace” cuando desaparecen las “lealtades colectivas”, cuando se resquebraja la “cohesión sentimental” que une la comunidad.  Para que pervivan los vínculos entre nacidos en una misma tierra es obligatoria la acción continua de la educación.  Las escuelas de “educación política” hacen mayor énfasis en la “destrezas publicitarias” del candidato potencial que en la formación de los ciudadanos encargados de elegirlo.  Las escuelas de enseñanza primaria, secundaria, sacaron de sus programas durante décadas la vieja “asignatura” llamada “Moral y cívica”.   Lo público y lo privado son conceptos de referencia recíproca.  Requieren atención doble: desde el lado personal o individual; desde el ángulo cívico o colectivo.

Construir una nación es un proceso lento que puede tardar siglos en llegar a plenitud; “deshacerla” no es fácil, pero puede lograrse en un tiempo mucho más corto.  Criar un niño, cultivar un árbol, son tareas que exigen años de cuidadosa dedicación. Tronchar el árbol, dejar que muera el niño, es cuestión de dos horas de hacha o tres de irresponsabilidad.

 La primera misión de un padre, de un maestro, de un gobernante, es impedir que naufrague la esperanza. Una colectividad sin esperanza no será capaz de afrontar a coro ningún programa de desarrollo, sea ambiental, educativo o económico.  Padres, maestros, gobernantes, son guías: unos en lo personal, otros para el aprendizaje, los últimos para “conflictos ciudadanos”.  La esperanza siempre es “para el próximo paso”, para lo porvenir.   Algunos teólogos piensan que incluso la fe depende de la esperanza.  Sin ánimo de modificar el orden canónico de las virtudes teologales: fe, esperanza, caridad, digamos con ese teólogo disidente: tengo la esperanza de que haya Dios y por amor a Él debo practicar la caridad.  Se puede llegar a la fe a través de la esperanza.

 Nuestro país necesita de la esperanza, por cuya vía se llega a la fe en lo provenir, que, a su vez, incita a trabajar para uno mismo y para los demás.  Lo personal y lo colectivo son los objetos últimos de la “Moral y cívica”.  Las palabras del sermón del “Monte de las beatitudes” fue posible  escucharlas abajo “por simples fenómenos acústicos”.  Es vergonzoso que este sermón de planicie tenga “difusión digital”.

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