A PLENO PULMÓN
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Muchos hombres públicos, al verse asediados por los periodistas, llegan a “echar pestes” contra reporteros, fotógrafos, entrevistadores.  A menudo dicen, en voz baja: “estos periodistas son una plaga; quieren meter el ojo en todas las cosas.” Para el hombre común los trabajos de los periodistas son “labores artesanales menores” que dan por descontadas, como la “caída” de los diarios impresos en las puertas de las casas.  ¿Qué hace un periodista? ¿Redactar textos con noticias? ¿Perseguir historias sensacionales? La gente ve a los periodistas como invitados perpetuos en actos públicos y privados.  Tan familiar es su presencia, que no solemos percibir de inmediato su importancia social.

Desde luego, si alguien sufre un atropello a manos de un delincuente, o de un funcionario, lo primero que hace es llamar a los periodistas; prefiere la acción de los comunicadores antes que la intervención de la policía.  Los políticos, que a duras penas toleran a los periodistas cuando están en el poder, reclaman su apoyo si son perseguidos al abandonar el palacio o algún ministerio.  Caen entonces en cuenta de que los entuertos que descubren y denuncian los periodistas ayudan a los políticos a gobernar mejor. Los organismos de inteligencia de los cuerpos armados de la nación no son capaces de descubrir todo lo que los reporteros sacan a la superficie de las noticias.

Si nos remontamos a los años que siguieron a la muerte de Trujillo. Habría que reconocer la extraordinaria tarea cumplida por Radhamés Gómez Pepin, en defensa de los derechos ciudadanos, desde las páginas de “El Nacional”.   No debemos olvidar que durante muchos años Rafael Herrera, director del “Listín Diario”, fue mediador, consejero y “amansa guapos” de la sociedad dominicana.  En secreto le llamaban “Alka-seltzer público”, encargado de disolver la acidez de una comunidad que “estrenaba”  la democracia.

La mayor parte de los periodistas dominicanos ha participado en estos “ejercicios cívicos”.   Desde las posiciones que desempeñaban, cada uno a su manera contribuyó en aquellos tiempos a mejorar la sociedad. Claro que existen “periodistas sinvergüenzas”; lo mismo médicos y abogados de conducta censurable.  Pero el conjunto de los hombres de nuestra prensa merece agradecimiento y aplausos.  Una larga y honrosa carrera periodística tiene, necesariamente, que ser premiada.

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