La gente expresa de varios modos su inconformidad con la política vigente en el mundo de hoy. En todas partes se oye la misma chicharra estridente: Dios mío, qué clase de políticos controlan la vida nacional. Antes se hablaba de países ricos y países pobres, de naciones viejas y naciones nuevas. Con mucha frecuencia se escuchaba: esto sólo puede ocurrir en la América hispánica; nunca podría ocurrir en Europa. Pues bien, todo lo que sucede en las Antillas en el campo político- puede repetirse en las más antiguas naciones.
Como saben todos los estudiantes de la escuela secundaria, Roma fue primero una monarquía, después una república y, finalmente, un imperio que abarcó medio mundo. El derecho romano, los métodos de guerra romanos, los sistemas administrativos establecidos en sus colonias, su arquitectura, sus acueductos, despiertan viva y justificada admiración. Los italianos atesoran más experiencia política que la mayoría de los pueblos. Fueron centro de las luchas de güelfos y gibelinos, de las pugnas entre partidarios del papado y del sacro imperio romano germánico. Florencia es la cuna de Maquiavelo, fundador de las ciencias políticas en el mundo moderno.
El renombrado ensayista Giovanni Sartori ha declarado al periódico español El País que Italia es hoy un sultanato. Silvio Berlusconi, el sultán. El rico empresario hace lo que le da la gana en la tierra donde una vez el privilegium tuvo mala prensa. La prensa es ahora dominio de Berlusconi. Él controla los medios de comunicación, escritos y audiovisuales. Sartori, quien trabajó durante muchos años con Norberto Bobbio, pensador recientemente fallecido, está convencido de que la sociedad italiana es incapaz de librarse de un gobernante que no aprecia, ni merece.
La publicación de fotografías de las fiestas orgiásticas que celebra Berlusconi en su finca de Cerdeña han producido gran escándalo. Los amigos y amigas del sultán de Italia son conocidos ya por sus partes pudendas. Pero la popularidad de Berlusconi sólo ha descendido unos pocos puntos. Los rusos difícilmente lograrán sacudirse del poder de Putin. Lo mismo ocurre en Cuba, en Libia, en Venezuela. En Italia, sin embargo, Berlusconi ha tropezado con la Iglesia. Un cardenal, cercanísimo del Papa, canceló una invitación oficial por un desplante del sultán.