A PLENO PULMÓN

Sociografía intramural

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Algunos ancianos residentes en la ciudad colonial no quieren salir a la calle. Se refugian a menudo en el fondo de los traspatios; cordeles de tender sábanas y ropa funcionan a manera de telones de teatro. Ocultan la utilería, el raído vestuario puesto a secar, el envejecimiento de actores y muebles. Dije: no están dispuestos a caminar a causa  de molestias  o dificultades físicas. -No es así, aclaró en seguida un compañero de infancia entrometido. -No les duelen los pies; no sufren por lesiones en las rodillas; nada de eso.

-Padecen  por otros motivos. Las personas que ellos conocieron y trataron en otro tiempo, ya no viven allá; han muerto, se han mudado a urbanizaciones distantes, emigraron a los EUA. No hallan con quién hablar de los asuntos que les interesan. Ocurre, además, que se han empobrecido. Les avergüenza que “los conocidos” vean sus zapatos con tacos gastados, guayaberas pasadas de moda. No pueden pagar  un odontólogo exigente para  que les cuide la dentadura. Por último, muchos de ellos viven inconformes o deprimidos. La inflación les obliga a alquilar habitaciones de sus casas a “tipos fronterizos”. – ¿Fronterizos? –Llaman así a sujetos con poca educación, que están a medio camino entre la sinvergüencería y la delincuencia.

Los inquilinos, a veces, abusan de sus “caseros” e incluso les amenazan con gestos y “palabras descompuestas”. Aprovechan la indefensión de muchos viejos pensionados. No todos se resignan a estos cambios sociales, de costumbres. Hay “inválidos beligerantes” que, desde una mecedora, expresan sus disgustos y lanzan dicterios fulminantes como profetas de la antigüedad.

En todas las ciudades del mundo se ven cosas parecidas. Un barrio residencial respetado puede convertirse en un arrabal. La disolución, aunque no lo advirtamos, se va apoderando de paredes, mobiliarios, personas, recuerdos. No obstante, siempre es doloroso mirar un naufragio colectivo.  Alexis de Tocqueville escribió en 1840: “nuevas familias salen sin cesar de la nada, otras caen en la nada sin cesar, y todas las que permanecen cambian de rostro; la trama de los tiempos se rompe a cada momento, y se borra el vestigio de las generaciones. Se olvida fácilmente a los que nos precedieron y no se tiene ninguna idea sobre los que nos seguirán”.

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