A PLENO PULMÓN
Softwares democráticos

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Nadie puede negar la enorme utilidad de las computadoras.  Estas máquinas nos permiten  hacer complicadas operaciones de  cálculo en cuestión de segundos.  Sin programas de computación no podrían administrarse las grandes empresas.  La eficiencia de la producción industrial de hoy depende de las “tecnologías digitales”.  Ingenieros, físicos, lingüistas, discuten acaloradamente sobre la “inteligencia artificial”.  Pero hasta ahora no se ha logrado producir huevos “por computadora”.  Los métodos de producción agropecuarios han beneficiado ampliamente de conocimientos científicos de diversas áreas: botánica, fisiológia, química, astronomía.  Sin embargo, para comerse un aguacate es necesario esperar a que el árbol lo produzca. 

  Es posible incrementar la productividad, el rendimiento de los cultivos, mediante la aplicación de conocimientos científicos.  Pero siempre la acción de la naturaleza será insustituible.  El poeta dominicano Mieses Burgos escribió: “Hay una edad que pone solicita/ su tiempo de amor al crecimiento; no se salta de esta ni se engaña tampoco/ lo que viene del árbol madurando por dentro:/ aquella savia suya de vigoroso aliento/ que lo ensancha en conciencia y plenitud de fruto;/ él lo sabe de siempre;/ pero el árbol jamás lo precipita;/.   Es aceptable que imitemos procedimientos que han probado  ser ventajosos en países que han alcanzado la prosperidad.

 No es razonable creer que podemos pasar, de golpe y porrazo, de la Edad de Piedra al Renacimiento, sin sufrir algunos traumas sociales.  En los tiempos por venir tal vez sea obligatorio criar gallinas a la antigua y cultivar huertos familiares.  La pequeña producción agrícola  no debería ser proscrita. Y lo que es cierto con respecto de la economía, también es verdadero en lo que atañe a  las prácticas políticas y a las instituciones de derecho.

 Los países pobres, con tradición dictatorial y falta de educación, no deberían “adoptar” sin critica los modelos de “vida y costumbres” de las naciones ricas.  Lo inteligente sería  “adaptar” a nuestro medio aquellos métodos que puedan “injertarse” en el tejido histórico dominicano.  No es lo mismo ser la colonia más rica de Inglaterra, que la más pobre de España. 

Santana, Báez, Lilis, Trujillo, no son personajes psíquicamente comparables a Washington, Adams, Jefferson o Lincoln.   Los huevos de muchas democracias latinoamericanas empollan, lentamente, en rústicos cajones llenos de  paja.

 

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