Hace pocos años era frecuente ver en los diarios fotografías de guerrilleros con caras cubiertas por pasamontañas. Este cubridor o antifaz se usaba en el llano y hasta en el propio cuartel del guerrillero. Las declaraciones aparecían en los periódicos pero el rostro del protagonista permanecía oculto. Policías antimotines con la cara cubierta hemos visto en varias ciudades; lo mismo que narcotraficantes custodiados por guardias encapuchados; también en el País Vasco en la época dura de la actividad terrorista de los etarras. En nuestros tiempos, espías y contraespías cambian sus documentos de identidad; incluso modifican sus caras mediante operaciones de cirugía reconstructiva.
Se ha discutido mucho si las realidades sociales determinan el carácter de la literatura. Se tiene por una verdad que las famosas obras picarescas españolas son resultado directo de la miseria de finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Se dice que al morir Felipe II había en España 50,000 mendigos. La población de entonces no era mucho mayor de cinco millones. Que la realidad produzca literatura parece algo natural. Pero además, la literatura puede influir sobre la conducta colectiva. Sabido es que las novelas de caballería le sorbieron el seso a don Quijote de la Mancha. Las novelas románticas causaron estragos en las vidas de muchas personas en el siglo XIX.
Podemos decir que hay enfermedades de transmisión libresca. Ideologías políticas, filosofías sociales, actitudes estéticas, se propagan a través de escritos, tal como ocurre con las enfermedades infecciosas mediante bacterias. De la realidad salen las ideas; y las ideas, a su vez, operan sobre la realidad. Parece existir una permanente acción recíproca entre sociedad y literatura.
Dos estudiantes de filología románica han presentado una tesis sobre literatura emboscada o disfrazada. Antifaz de las letras o máscara expresiva premeditada es el nombre técnico con que el tutor de la tesis ha designado este ensayo de camuflaje literario. Inspirado en esa atrevida tesis de estudiantes antillanos, el teatrista de Ponce montará un drama titulado El refinamiento de los tapujos. En esa obra los personajes usarán gafas obscuras, sombreros alas anchas, cuellos levantados, todo lo que sirva para engañar. Numerosos políticos se han inscrito en un próximo curso acerca del nuevo teatro de capuchón.