A PLENO PULMÓN
Tembleques economicos

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Tembleques economicos

Para que una nación progrese se requiere de la acción combinada del trabajo, de la educación y del dinero.  Debe haber gentes dispuestas a llevar a cabo ciertas tareas, las que sean; debe haber algunas personas con suficientes saberes técnicos, administrativos, para dirigir los grupos sociales que trabajan; ha de existir el dinero necesario para invertir en empresas que alberguen trabajadores, técnicos, administradores, accionistas.  Son tres clases de recursos: recursos monetarios, recursos humanos calificados para organizar, recursos laborales con “voluntad de hacer”.  Cuando todos estos requisitos concurren –y el público puede gastar- podría haber desarrollo económico.

Palabras parecidas a las del párrafo anterior tal vez las hayan escrito centenares de economistas, en docenas de países, en muchísimas ocasiones; a sabiendas de que no hay ninguna receta infalible, que funcione de manera automática.  Para que un hombre de negocios decida invertir “su dinero” y asumir los riesgos inherentes a toda empresa económica, ha de creer que disfrutará de relativa armonía social, de cierta estabilidad económica para producir riqueza dentro de los bolsillos de los consumidores.  De reojo, observará la conducta del gobierno: ¿Cuántos impuestos cobra? ¿Cuántos burócratas mantiene? ¿En que medida se endeuda? ¿Cuántas obras públicas emprende?

Agreguemos enseguida que las comunidades optan siempre por seguir viviendo, sea con vacas flacas o vacas gordas; los hombres tratan de sobrevivir en todo momento; crisis bursátiles, guerras, terremotos, ciclones, no aplastan la voluntad de vivir.  Obviamente, podemos pasar “grandes aprietos”, estar “a soga corta”, boyantes o “metidos en un queso”.  Las circunstancias económicas son como arenas movedizas que tragan fortunas; y también los movimientos telúricos sacan a la superficie tesoros enterrados. Oportunidades maravillosas surgen a veces del fondo de la desgracia.

Un tembleque económico obliga al ciudadano a agarrarse de un clavo ardiente, del palo espinoso más cercano.  Y ese es el punto más conflictivo de las crisis.  Las mujeres pueden prostituirse cuando se ven acorraladas por la pobreza.  Igualmente, los hombres tienden a meterse “en cualquier berenjenal” cuando están desesperados. Las mareas altas suelen llevar a las playas troncos sólidos aprovechables, del mismo modo que arrastran peces podridos.  Recientemente la policía apresó en México a un sacerdote “intrépido”: transportaba drogas para cubrir los gastos de su iglesia.

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