A PLENO PULMÓN
Tercera oportunidad

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Tercera oportunidad

La tercera vez que me dijeron: siéntate aquí a ver pasar la gente, sucedió en la calle El Conde, en la ciudad colonial de Santo Domingo. –Esta es una “procesión de locos”; pero mirarás pasar unas mujeres que “te dejarán bizco”.  Tres individuos estaban de pie en la puerta de una cafetería; en un banco, sentados, otros dos conversaban con los que permanecían parados; uno de estos me hizo “la invitación” a contemplar “la procesión”.  –Los sujetos más embusteros de la República se presentan en esta calle todas las tardes, después de las cinco.  Si esperas un poco no te arrepentirás.

Efectivamente; a las cinco y diez llegó un tipo con la barba afuera y los ojos trasnochados; tenía en la muñeca un reloj grande con muchas agujas; llevaba pantalones azules y una camiseta gris con la cara del Che Guevara.  Se acercó al grupo y dijo al más joven: “el Presidente me ha mandado a buscar; quiero hablar contigo en privado”.  Pregunté al hombre que estaba a mi lado –¿Quién es él? ¿Trabaja en el servicio de inteligencia? –¡Qué va! es un vividor.  Mete el cuento de que el Presidente lo ha nombrado asistente especial en la Secretaría de Agricultura; en lo que “sale el nombramiento” pide dinero prestado a los incautos.

Entonces sentí unos insistentes golpes de codo en mi brazo derecho.  –Mira esa hembra que viene ahí; es un mujerón del diablo.  Todos clavaron los ojos en la muchacha.  Metida en unos pantaloncitos ajustados, la joven mostraba orgullosa un cuerpo de atleta de campo y pista.  –Esa era la mujer de Escalante, el secretario del Secretario de Deportes.  Ella lo botó para irse con un oficial de la policía turística. Anda buscando un extranjero que la saque del país.

–¿Qué te pareció esa hembra de película?  –Bueno, ella cumple con todos los requisitos de la belleza afroantillana: cintura estrecha, nalgas grandes, tetas chiquitas.   Además, es risueña; no tiene cara de mujer pesada.  –¿Pesada?  No sabes bien lo que dices.  Eusebia cocina que da gusto; y baila como un reguilete.  Seguro que hoy compra ropa de playa para exhibirse en Samaná.  Cuando pase otra vez voy a preguntarle cuantas prendas nuevas ha comprado.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas