A PLENO PULMÓN
Tiburonación íntima

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Un lector que revise diariamente los periódicos encontrará muchos motivos de preocupación y angustia.  No es para menos.  Crímenes, desfalcos, narcotráfico, terrorismo, son temas que resuenan continuamente. 

A pesar de su indiscutible truculencia, estos asuntos están muy lejos de ser los problemas principales.  Nadie puede explicar satisfactoriamente el desprecio que siente el banquero Bernard Madoff por las víctimas de su desfalco colosal.  Desde la cárcel donde cumple condena, Madoff declaró a los periodistas que estaba harto de las exigencias de clientes a quienes desplumó.  Ahora hemos leído la noticia del suicidio de su hijo Mark Madoff.  El padre no podrá asistir al funeral. 

La esposa de Madoff culpa a su marido de la muerte del hijo.  Se ahorcó a los dos años justos del arresto del padre.  La madre piensa que Mark Madoff, aplastado psíquicamente por la conducta de su padre, decidió suicidarse.  Madoff, presidente de la bolsa de valores tecnológicos Nasdaq en varias ocasiones, cometió “el fraude mas grande de la historia”.  Por su notoriedad y cantidad de dinero envuelto, podemos concluir en que “es un caso importante”.  ¿Qué ha ocurrido en el interior de estas personas?  El padre, la madre, el hijo suicida, son protagonistas de una tragedia anímica.  ¿Cuántas modificaciones del alma experimentaron los Madoff?

Hace dos días un boxeador le pegó un puñetazo al hijo de su mujer.  El niño murió, instantáneamente, delante de la pareja.  La crónica periodística del suceso es un “suelto” reducido.  Cubre un espacio menor que el dedicado al suicidio del hijo de Madoff.  Es un hecho espantoso, aunque no tenga que ver con inversiones, ni dinero.  ¿Qué ha ocurrido en la cabeza de este boxeador?  Un hombre que entrena golpeando un pesado saco de arena debería conocer la fuerza de sus puños.

El año pasado escribí una nota acerca de un desequilibrado mental que conocí en la ciudad colonial de Santo Domingo hace varias décadas.  La titulé “Un demente sentencioso”.  Era un hombre amable que “disparaba” aforismos extraños.  Un día dijo: “La tiburonación del hombre es un proceso del alma”.  Intentaba decir: el hombre se va haciendo tan peligroso como un tiburón a medida que emponzoña su alma con odio, codicia, crueldad.  ¿Tendría razón el loco?

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