A PLENO PULMÓN
Tonicidad optimista

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Tonicidad optimista

Me gustaría ser optimista “en todos los casos”.  El optimista parece disfrutar de la vida como si ésta fuera un largo paseo exento de disgustos.  Mil veces hemos oído decir: “la actitud mental” es decisiva para abrir el camino del éxito.  Las personas pesimistas no suscitan el entusiasmo de los subordinados; tampoco la simpatía de sus superiores jerárquicos.  Un viejo jubilado, bebedor de vodka, declara a cada momento: el pesimista y el optimista viven igualmente mal en la República Dominicana; pero el optimista “lo siente menos”; eso es todo.  No es que el optimista “se haga el loco” para no pensar demasiado.  Sencillamente, prefiere creer que todo saldrá bien.

 Hay individuos que no miran hacia los lados, ni tampoco hacia arriba.  Les puede caer encima el cielorraso, pues nunca se dan cuenta de que un panel está a punto de desprenderse; no ven los obstáculos que aparecen al borde de la carretera y casi siempre tropiezan con ellos.  Es preferible suponer que nada malo ocurrirá que estar continuamente asustado.  La posibilidad de que quiebre el negocio donde trabajamos no debería angustiarnos; los accidentes y las enfermedades tienen poco que ver con nuestros estados de ánimo.  Para vivir con alegría es preciso liberarse de pesadumbres y ansiedades.  Hay que espantar los malos pensamientos como se hace con las aves de mal agüero.

 El bebedor de vodka insiste en que el hecho de estar vivo es una milagrosa casualidad; “que yo haya llegado a viejo es una suma enorme de casualidades; una  concentración de la suerte: todo acabará algún día; pero no sabemos cuándo”.   Hasta ahora, no he podido imitar el optimismo sin grietas del simpático jubilado del “vodka-tonic”.

 Es obvio que todas las cosas del mundo tienen un lado hermoso, estimulante, afirmativo.  No hay dudas de que, así como las monedas se troquelan con anverso y reverso, los sucesos de la vida pueden también ser penosos, desagradables, violentos.  Un terremoto como el que asoló Puerto Príncipe en el año 2010, es una tragedia que no se cura en mucho tiempo.  El optimismo doctrinario es un recurso psíquico para resistir cuando todo parece irse a pique.  La tonicidad vital del optimismo tolera siempre un poco de vodka.

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