Al hacer recuentos del pasado no tenemos más camino que espigar entre muchos miles de recuerdos. Esos recuerdos los escurrimos a través de un cedazo; seleccionamos o escogemos aquellos sucesos que nos hicieron felices; de manera inconsciente desechamos los recuerdos ingratos. Dolores, humillaciones y temores, se van borrando de la memoria, igual que las nubes obscuras después de una tormenta. Tal vez por eso el poeta Jorge Manrique, en las coplas por la muerte de su padre, escribió afirmando: como, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor. Los viejos tienden a creer que los tiempos de su juventud eran más justos, hermosos, deseables, que los del presente.
Siempre han faltado en el mundo: justicia, bondad, igualdad, orden; solamente hay que leer las quejas de los profetas del Antiguo Testamento. Guerras y pestes has asolado a Europa en distintas épocas; crisis económicas, devaluaciones, escasez de alimentos, forman parte de la historia de cien países. Inflaciones en los precios, persecuciones políticas o religiosas, abusos de poder, han estado presentes en cualquier tiempo. Cuando desaparecen un instante de la vida pública decimos: ha llegado la primavera. Hemos tenido primaveras árabes, primaveras en países de Europa del Este, primaveras en el Norte de África. Las primaveras árabes y magrebíes han sido efímeras.
Dicho todo esto, agreguemos también que hoy todo es más rápido, más difuso y feroz que en cualquiera tiempo pasado. Antes había salteadores de caminos; viejos relatos arábigos cuentan de los cuarenta ladrones de Ali Baba. Si se trataba únicamente de cuarenta ladrones, era entonces una minoría social muy débil, fácil de reducir por las autoridades superiores. Las bandas actuales de narcotraficantes son tan poderosas que desafían los poderes del Estado; poseen más recursos, económicos y técnicos, que las instituciones policiales.
El hombre de hoy debe contar con que existen piratas de todas clases: en el Océano Indico, en las empresas financieras, en los negociados de los gobiernos. Con frecuencia los políticos trabajan en connivencia con delincuentes. Hay expertos en robar dinero de cajas automáticas o información privada en computadoras. Además, difamadores profesionales y asesinos a sueldo pululan en todas las ciudades. Ahora es más difícil que nunca creer en que los tiempos pasados fueron mejores.