A PLENO PULMÓN
Tribunas rodantes

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Tribunas rodantes

Hace unos cuantos años propuse al diputado Pelegrín Castillo la construcción de una tribuna con ruedas.   Le dije que dicha tribuna debería llevar al frente un lema belicoso: “la lucha en las calles”.  La tribuna podría ser transportada en una camioneta, “desembarcada” en tal o cual barrio y, luego, ser empujada “de esquina en esquina”.  Los guardaespaldas del “orador itinerante” usuario de la tribuna, tendrían a su cargo, además de la vigilancia, la instalación de altavoces.  En cada lugar visitado se repartirían volantes explicativos de “la ruinosa política” aplicada por nuestros dirigentes tradicionales.

La tribuna rodante, reforzada con láminas de acero,  también podría servir de parapeto, en caso de persecución policial o ataque a pedradas; y, además, sería posible usarla como “carro de asalto” o ariete de emergencia.  Una vez terminadas las alocuciones, reparto de panfletos, recogida de información, contactos directos, la tribuna volvería a la camioneta para ser transportada al lugar de su próxima misión.  Pelegrín, hábilmente, no tomó en serio mi proposición.

La idea pretendía revivir la desaparecida actividad política llamada “micromítin”, que era frecuente en los días posteriores a la muerte de Trujillo.  Se podría combinar así la “marcha cívica” con la manifestación popular.  Tendría la ventaja de ser un espectáculo novedoso que toleraría el acompañamiento de la “música de animación” en boga.  La sociedad civil no debe dejarse “acorralar” por los partidos políticos; y los grupos civiles organizados no tienen razones válidas para limitarse a simples ruedas de prensa o a publicar “comunicados”.  La acción pública democrática exige salir de los cauces tradicionales, requete-consabidos.

Es sumamente penoso que vivamos tiempos de inseguridad ciudadana, de incremento de la criminalidad en todas sus formas.  El desaliento se ha extendido a grandes porciones de la población, lo mismo que el consumo y comercio de drogas.  Los políticos tradicionales lo arreglan todo con “discursos”, “pactos”, repartos, canastas, y otras “solidaridades”, a veces sólidas y a veces sórdidas.  Las crisis cíclicas deben ser afrontadas con trabajos y programas que no sean “cíclicos”, sino permanentes.  Merecemos ya un nuevo liderazgo que nos saque del atolladero administrativo, que reforme la educación antes que la Constitución.  Los argumentos disponibles para un “orador rodante” de nuevo estilo serían innumerables. 

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