Fomentar la autoestima de los jóvenes dominicanos será una de las grandes tareas que deberán emprender nuestros educadores. Durante demasiado tiempo nos han dicho que somos incapaces de organizar un orden colectivo, de establecer un sistema jurídico funcional, de crear actividades económicas fuertes y estables. Don Américo Lugo afirmaba que el Estado dominicano no nació viable.
Mucho antes de que la revista Foreign Policiy pusiera de moda el concepto de Estado fallido, ya nuestros intelectuales habían descubierto fallas de nacimiento en la sociedad dominicana. Los defectos congénitos no estaban en el aparato coercitivo del Estado sino en el hombre dominicano. Se ha dicho que somos un hatajo de sinvergüenzas, un montón de negritos come-cocos, una caterva de vividores. La comunidad mulata es el título del libro de Pedro Andrés Pérez Cabral. En ese texto el autor intenta explicar que padecemos una sociopatía, conectada con nuestra composición racial. Es bien conocida la opinión negativa que sobre nuestros campesinos tenía José Ramón López: los caracterizaba por la imprevisión, la violencia y la doblez. Según Américo Lugo, las masas de nuestras ciudades estaban compuestas por alcohólicos, ladrones y homicidas. La alimentación y las razas, publicado en 1898, es el ensayo de donde procede la idea de que el mal comido no piensa.
Creemos que no valemos nada porque nos han enseñado a creerlo así. Y esa creencia opera como una retranca que nos bloquea. Si creemos que no podemos, cargamos con un fardo psíquico que aniquila toda iniciativa. La narración de nuestra historia republicana, llena de dictadores y guerras intestinas, funciona a manera de confirmación de que no servimos para nada. Y enseguida escuchamos que Trujillo o Lilís son los hombres adecuados para una sociedad como la dominicana.
El mulato Pedro Henríquez Ureña fue el primer PHD dominicano; se distinguió como erudito estudioso de las letras: en México, en Argentina, España y EUA; su madre, poetisa y educadora, fundó en nuestro país el primer centro para la formación intelectual de las mujeres. ¿Cómo llegó ese dominicano a dictar un curso en la Universidad de Harvard? Juan Marichal, pitcher estrella en las grandes ligas, figura en el Hall of the fame. Los dominicanos, de cualquier color, si pueden triunfar.