A PLENO PULMÓN
Tumores urbanos

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Antes se decía que nuestro país era una tierra “de grandes contrastes”.  Un ejemplo risible de disparidad entre lo urbano y lo rural se empleaba a menudo; consistía en señalar que debajo de un semáforo, frente a las oficinas de una poderosa compañía multinacional, podría haber un hombre montado en un burro, vendiendo escobas de guano.  En los días que corren podemos ver cientos de motocicletas con árganas, tal vez las mismas que años atrás se colocaban en los lomos de los burros.  Nuestra sociedad no era entonces enteramente rural; ni tampoco, completamente urbana.

“La vorágine”, del novelista colombiano José Eustasio Rivera, se menciona en los cursos de literatura hispanoamericana como ejemplo de “novela de la tierra”.  “Doña Bárbara”, del venezolano Rómulo Gallegos, es otro modelo de la misma tipología genérica.  Las novelas de Charles Dickens, de Honorato de Balzac, son novelas “de la ciudad”. En cambio, “Cien años de soledad” es una narración montada sobre una sociedad “a medio camino” entre la ciudad y el campo.  Esa era la situación social de gran parte de la América hispánica.  Para García Márquez los imanes, las prostitutas francesas, las compañías extranjeras, representan la irrupción de “lo moderno” en una comunidad rústica

En esta época tormentosa en que vivimos las cosas son diferentes.  En cualquier paraje rural podemos encontrar viviendas humildes con enormes antenas parabólicas; y dentro de la casa toda clase de electrodomésticos “ultimo modelo”.  Si preguntaras a quién pertenece el terreno, podrían decirte: el dueño de la casa cultiva ese conuco; su hijo “le manda cuanto hay” desde los EUA.

El problema ha cambiado de sentido; no se trata de la vieja oposición urbanidad-ruralidad.  Ahora hay una “conjunción” extraña de civilización y barbarie que, antiguamente era presentada como oposición conceptual o alternativa de vida. El caso de Paya es paradigmático: mueren todos en una operación “a la manera mexicana”.  Los medicamentos falsos de Moca ilustran también el “avance” urbano acompañado de “barbarie contemporánea “civilizada”, esto es, propia de grandes ciudades.  Lo mismo ocurre con la conducta desvergonzada de los políticos.  Pequeños países “buscan modelos” en los centros urbanos del mundo.  Para sorpresa de los sociólogos, a menudo los imitadores superan la perversidad de los modelos.

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