A PLENO PULMÓN
Un aljibe contaminado

A PLENO PULMÓN<BR>Un aljibe contaminado

Algunas “investigaciones históricas” sobre la época de Trujillo no son verdaderas averiguaciones “académicas”, pues no intentan reconstruir el pasado; ni desde los documentos disponibles, ni desde los sentimientos del relator.  Los autores de estos trabajos no han ido “en busca del tiempo perdido”; andan en busca de “trapos sucios” de la conducta humana, que permitan igualar los grupos sociales al medir la indignidad.  Meten el cubo de su curiosidad en un gran aljibe contaminado; desde luego, no sacan agua limpia del “reservorio trujillista”.  Extraen líquidos pestilentes que se exponen al público para reforzar argumentos políticos: todos hemos sido aduladores del tirano, encubridores de sus crímenes, alcahuetes de sus amores, beneficiarios de negocios turbios.

De este modo, los dominicanos quedan emparejados en degradación, bajeza, cobardía.  Recuerdo haber oído decir a un político, pocos días después del golpe de Estado contra Juan Bosch, “ahora todos estamos cagados; nadie puede alardear de ser químicamente puro”.  Hacer daño político a “personas encumbradas” es a veces el móvil de esta clase de “investigaciones”; también encontrar “debilidades” que sirvan para amenazar o extorsionar.  En estos casos, las tales “investigaciones” parten “en busca de un pichirrí”.

Limpiar una sentina tiene siempre algunos inconvenientes; puede infectar a quien hace la limpieza y, además, a las personas que entran en contacto con los desechos.  Los “buzos” políticos del trujillato “boicotean” continuamente la autoestima de cientos de bachilleres dominicanos que podrían contribuir a mejorar la convivencia. En vez de rehabilitar a Trujillo sería mejor rehabilitarnos nosotros mismos.  ¿Qué hicieron los alemanes después de Hitler?  ¿Qué pasó en España al morir el generalísimo Franco?  Las experiencias traumáticas de gobiernos totalitarios en Europa del Este, no castraron definitivamente esas sociedades.

La ausencia total de memoria es tan dañina como los excesos de la memoria.  Si recordáramos todas las monedas que nos han devuelto al pagar con un billete de quinientos, nos volveríamos locos.  El olvido es un desagüe que facilita la continuación de nuestras vidas.  Leí “La mala memoria”, de Heberto Padilla; conservo el libro, con dedicatoria de su autor, y lo reviso a menudo.  Tzvetan Todorov, lingüista nacido en Bulgaria, escribió en 1995,  “Los abusos de la memoria”.  Entre ambos extremos tendrán que vivir los dominicanos.

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