A pleno pulmón
Un disentidor forzado

A pleno pulmón<BR>Un disentidor forzado

 Quisiera no ser  “un disidente recalcitrante”.  Lo prefiero de todo corazón porque es más conveniente y cómodo ser “un coincidente”, esto es, persona identificada con opiniones aceptadas y difundidas.  En cuyo caso, usted “pasa por la vida” sin dificultades ni rechazos, sin sufrir silenciosas miradas torvas.  No es fácil nadar contra la corriente. Lamentablemente, no estoy de acuerdo con el uso que se hace, para fines políticos, de los nombres originarios de la isla de Santo Domingo: Quisqueya, Babeque, Haití, Bohío; e igual  ocurre con el nombre que dio el primer almirante a nuestra tierra: La Española, que los cartógrafos antiguos designaban Hispaniola, en lengua latina.

 Debemos confiar en los cronistas de indias que dieron testimonio de lo que vieron y oyeron en el Nuevo Mundo.  Sin ellos no tendríamos ni siquiera un catálogo de vocablos tainos.  Misioneros religiosos, conquistadores audaces, navegantes aventureros, contribuyeron a conservar datos sobre la historia precolombina.  También recogieron preciosas informaciones acerca de las costumbres de los pueblos aborígenes, sus mitos y creencias.  Pero muchas veces, por ser extranjeros de otras culturas, deformaban o malinterpretaban palabras arahuacas que circulaban por todas las islas del Caribe.  No podemos concederles crédito sin límites.  Durante los primeros años del descubrimiento de América la literatura sobre la conquista tuvo enorme demanda.  Algunos editores publicaron escritos de personas que nunca habían visitado el nuevo continente.

 De una manera retórica se dice que los españoles son “celtiberos”; se les llama sefardíes a los judíos españoles.  Sefarad es el nombre de España para los judíos.  Hispania es el nombre que los fenicios dieron a la península ibérica; y los romanos lo adoptaron; los griegos llamaban “iberia” a lo que hoy es el reino de España. “Saphan” o “sfan” quiere decir conejo en hebreo y arameo.  De lo que se sigue que España significa “país de conejos”.

 Pero nada de esto tiene valor actual y mucho menos aplicaciones de derecho internacional, público o privado.  Los españoles son celtas, iberos, romanos, visigodos, árabes; fueron un imperio extraordinario y poseen una literatura de primer rango.  España no es ya remoto “país de conejos”.  Somos dominicanos: negros, blancos, mulatos, mestizos, de lengua española;  dominicanos o quisqueyanos; no tainos de Bohío, Babeque o  Haití.

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