A PLENO PULMÓN
Un hotel de palabras

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Durante una reunión de periodistas celebrada en Punta del Este pude asistir a una conferencia dictada por Mario Vargas Llosa.  Era “orador invitado” por la “Sociedad Interamericana de Prensa” (SIP).  Los periódicos uruguayos de ese día informaron sobre el tema de la conferencia; también comentaron la publicación de su libro “Cartas a un joven novelista”, un texto dedicado a explorar las técnicas narrativas empleadas por novelistas de todos los tiempos.  Enseguida fui a una librería y compré el libro.  Después de concluir la conferencia, Vargas Llosa tuvo la gentileza de dedicarme la obra y conversar animadamente sobre sus viajes a la República Dominicana.

 Había pensado que a menudo los escritores no son plenamente conscientes de los recursos literarios que utilizan, maravillosamente, en sus propias obras.  A la hora de examinar críticamente un trozo de literatura, sea suyo o ajeno, no logran formular “teorías coherentes, que ajusten con la realidad analizada.  El cuentista Juan Bosch es una excepción; escribió unos certeros “Apuntes sobre al arte de escribir cuentos”. Bosch sostiene que el cuento es monotemático; que el cuentista debe abrazarse  estrechamente a su historia hasta llegar, rápidamente, al final.   Afirma que el cuento es “intenso”; la novela, contrariamente, es “extensa”, consta de varios planos narrativos, no es monotemática.

Vargas Llosa es, primariamente, un novelista; no obstante, consigue dar en el clavo al aproximarse teóricamente a las técnicas narrativas.  Digo “aproximarse” porque todas las teorías –físicas, químicas, literarias- sólo tocan la realidad en algunos de sus puntos.  Son meros esquemas de comprensión, como se han encargado de demostrarnos los físicos, matemáticos y  filósofos.  Kafka, Joyce, Proust, no se atrevieron a teorizar sobre la creación literaria.  Eran grandes escritores miedosos, que no quisieron asomarse a sus insondables abismos interiores.

La novela es una figura geométrica artísticamente compuesta, que podría ser estudiada con criterios propios de la arquitectura; el lector ha de vivir dentro de la novela, de noche y de día, como si se hubiese alojado en un hotel hecho con palabras. 

Leí en el diario “El País” que Vargas Llosa desarrollará un curso en la Universidad de Princeton acerca del tiempo y el espacio en la novela.  Utilizará como material didáctico novelas de Alejo Carpentier. Bienaventurados los estudiantes.

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