A PLENO PULMÓN
Un pan con hormigas

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Un pan con hormigas

La situación social de Haití en este momento es lo más parecido a lo que llamamos un “pan con hormigas”.  País pobrísimo, zarandeado internacionalmente, sufre un terremoto que deja 200 mil cadáveres, derrumba edificios, desorganiza la precaria administración pública.  Encima de esto confronta una epidemia de cólera.  Pobreza, muerte, enfermedad, desempleo, intervención extranjera, son algunos de los males que padece la sociedad haitiana.  Pérdida de los bosques, falta de educación e insalubridad general, constituyen el marco viejo de la tragedia nueva.

 Los EUA prohijaron la disolución del antiguo ejército “duvalierista”, compuesto por militares rudos que reprimían sin contemplaciones ni límites legales.  Hicieron “experimentos” con Henri Namphy, Leslie Manigat, Prosper Avril, todos fallidos.  El derrocamiento de Aristide, ex sacerdote católico, líder del movimiento “Lavalas” (La avalancha),   llevó a los EUA a otros “experimentos”: Raoul Cédras, primero, y después a propiciar la reposición de Aristide.  Ambas maniobras resultaron insatisfactorias.  Todo volvió “a fallar”, a juicio de diplomáticos y funcionarios de “la comunidad internacional”. 

 El regreso de Jean Claude Duvalier, tras 25 años de exilio, abre inquietantes interrogaciones adicionales.  ¿Qué hará Jean Bertrand Aristide?  ¿El Presidente Preval buscará asilarse en la República Dominicana?  Duvalier llegó a su país acompañado de Veronique Roy, nieta de Paul Magloire, presidente haitiano que derrocó a Elie Lescot, luego a Dumersais Estimé y gobernó de 1950 a 1956.  La pareja Duvalier-Roy representa la vieja política dictatorial.  En un país anarquizado ellos significan una esperanza de orden y la restauración de los métodos brutales que no puede aplicar la MINUSTAH.

 Dentro de Haití hay estamentos que ven esta posibilidad como “algo positivo”, si por esa vía logran librarse de la intervención de la ONU y de la agitación de “la familia Lavalas”.  Algunos gobiernos extranjeros, sin apoyarla abiertamente, se sentirán tentados de “experimentar” con una “tradición feroz” que parece “ajustar adecuadamente” a la sociedad haitiana, “congruente” con toda su historia.  En RD los viejos políticos opinarán que es mejor “entenderse” con gobernantes haitianos que con funcionarios de la ONU o del Departamento de Estado de EUA.  El flujo creciente de indocumentados sería controlable –creen muchos balagueristas– si no hubiese en Haití MINUSTAH.  Suponen que así podríamos agarrar con la mano “el pan con hormigas”.

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