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Hans Magnus Enzensberger ha escrito ayer un artículo memorable en el diario El País. Se titula: La expropiación política de los europeos. Enzensberger es un poeta y ensayista alemán nacido en 1929; tiene, pues, 83 años de edad. Recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2002; habla fluidamente el español, hasta el punto de ser traductor de poemas de César Vallejo y Rafael Alberti. Sorprenden su atrevimiento político, su claridad conceptual. Se trata de un viejo que conserva las baterías cerebrales con muchísima energía. Enzensberger ejerce la libertad expresiva que le permiten: su condición de poeta y su larga experiencia de vida.
Ciertos escritores de oficio acuñan frases ingeniosas para entretener a sus lectores y cruzar algunos charcos dialécticos. Enzensberger ha producido algunas. Afirmó en su libro El laberinto de la inteligencia: no somos lo suficientemente inteligentes para saber qué es la inteligencia. También dijo en una ocasión: es más sano contemplar las nubes que tomar psicofármacos. Pero en este caso Enzensberger aborda un tema fundamental del mundo de hoy. Opina que son pocos quienes reparan en que los países europeos, desde hace bastante tiempo, ya no son regidos por instituciones legitimadas democráticamente, sino por una serie de abreviaturas que las han suplantado. Sobre la dirección a tomar deciden el FEEF, el MEDE, el BCE, la ABA o el FMI.
Expone Enzensberger: Sólo los expertos están en condiciones de desgranar esas siglas. Del mismo modo, sólo los iniciados pueden deducir quién decide qué y cómo en la Comisión y en el Eurogrupo. Común a todos estos organismos es que no aparecen en ninguna Constitución del mundo y que ningún elector tiene algo que decir sobre sus decisiones. El único actor al que escuchan son los denominados mercados, cuyo poder se expresa en las oscilaciones de los tipos de cambio y los intereses .
Si el euro fracasa, fracasa Europa: bajo este lunático eslogan debe juramentarse un continente de 500 millones de habitantes con la aventura de una clase política aislada, exactamente como si dos milenios [de cultura] fueran un mero clic en comparación con un papel moneda recién inventado. La crisis del euro demuestra que la expropiación política no se detiene desemboca en la expropiación económica.
