A PLENO PULMÓN
Un trompo orbitario

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Un trompo orbitario

En las escuelas donde cursé los estudios primarios había muchos mapas colgados en las paredes de las aulas:   de cadenas montañosas de toda la tierra, de los ríos principales de cada continente; también mapas geológicos e ilustraciones sobre la actividad volcánica.  Los niños descubrían en poco tiempo que nuestro planeta es inestable.  Los maestros explicaban los cambios en la presión atmosférica, la formación de huracanes, las mareas; nos informaban de los movimientos de la tierra alrededor del sol y de su eje; y añadían: “el planeta “cabecea”, como un trompo cuando está a punto de acabársele la cuerda; no es una esfera perfecta; es achatado en los polos”.

Que pudiera acabársele la cuerda al mundo era para los niños una posibilidad remota.  Pero el asunto del vulcanismo resultaba mucho más inquietante.  El centro de la tierra es un inmenso fogón ardiendo; el mapa esquemático de los volcanes indicaba: “masa plutónica o ígnea”,  representada por una bola de fuego; de allí provienen: la lava terrible de los volcanes, los gases venenosos de las solfataras, los grandes terremotos que sepultaron enteramente ciudades antiguas.  En resumidas cuentas, la tierra tiembla, revienta, echa humo; puede abrirse bajo nuestros pies y tragarnos sin dejar rastros.  Es inestable “por dentro”.

Años después, otros profesores, confirmaban esas enseñanzas al desarrollar una asignatura llamada “Geografía física y astronómica”.  A partir de entonces el estudiante comienza a percibir que además de ser  la tierra inestable “por dentro”, lo es también “por fuera”.  La sociedad no es enteriza, ni firme; lo mismo la salud individual o la economía en general.  Las monedas suben y bajan de valor; los políticos van y vienen, entran y salen del escenario, según soplen los vientos de la producción o las “presiones internacionales”.  Las modas ideológicas, los caprichos colectivos, el rendimiento de las cosechas, son inestables.

Tal vez sea bueno que aprendamos temprano esa lección acerca de la inestabilidad radical de todo lo humano.  Estamos montados en el lomo de un “trompo orbitario”; damos vueltas en una ruleta económica, política, laboral, afectiva.  La flexible y ruidosa paleta va marcando: rojo, blanco, amarillo, azul, sin que sepamos frente a cual color se detendrá.  También son inestables los sentimientos de los hombres.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas