A PLENO PULMÓN
Un  valle de lágrimas

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Un  valle de lágrimas

Actualmente la violencia social es visible en países ricos y pobres, en sociedades con poca o mucha educación.  Todos los esfuerzos de juristas, hombres de Estado, ministros religiosos, se estrellan contra una marea de brutalidad.  Leyes, constituciones, acuerdos internacionales, no son suficientes para protegernos de los excesos del poder público o de la delincuencia organizada.  La gente escucha hoy con desgana y suspicacia a los politólogos y especialistas en historia del derecho; sobre todo cuando se refieren a Aristóteles y los diversos sistemas de gobierno, a Montesquieu y la separación de los poderes del Estado.  Algunos sociólogos hablan del “perfeccionamiento de los métodos de dominio” alcanzados por algunas comunidades contemporáneas.

 Los policías de muchísimos países actúan a base de garrotes, gases lacrimógenos y patadas.  Se aplica la misma medicina contra emigrantes ilegales, manifestaciones sindicales o estudiantes universitarios.  En este punto no hay grandes diferencias entre el mundo desarrollado y los países del llamado “tercer mundo”.  En el siglo pasado muchos jóvenes educados defendían el “campo socialista” y lo distinguían de las “injustas economías de mercado”, dominadas por “grupos privilegiados”.  También esta última clasificación se ha vuelto borrosa.  En China, en Corea, en Rusia, en Cuba, se apresa a la gente sin cumplir los “procedimientos legales”.  Desde que la política entra en juego, desaparece la formalidad de la ley.

 Las cárceles, los tribunales de justicia, no son modelos dignos de imitar en nuestro país y, desde luego, tampoco en montones de otros países de América.  Todo el itinerario cultural que va de los griegos a la Edad Media, de la ilustración a las grandes revoluciones sociales, está hoy “puesto en solfa” por buena parte de la juventud.  No hay que decir que naciones organizadas y con larga tradición de ordenamiento político, transgreden normas jurídicas, derechos humanos, tan pronto entran al ámbito del espionaje.

 Pero donde “la cosa pica de verdad” es en el orden económico.  Los ciudadanos comunes sufren crisis inmobiliarias, cambiarias o bancarias.  Los gobiernos nos embarcan en deudas enormes, que luego deben ser “bonificadas”, enjugadas o “rescatadas”.  Ocurre en Europa, en los EUA, en Asia y en América hispánica.  En todos los casos los inocentes pagan las cuentas.  ¿Vivimos en un valle de lágrimas?

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