A pleno pulmón
Una carta apócrifa

A pleno pulmón<BR>Una carta apócrifa

En un lugar manchado por la polución de las industrias y de personajes “industriosos”, vivía un joven atrevido que envió una carta al jefe de la Policía; en esa carta le decía que los ciudadanos ya estaban cansados de ver tantos delincuentes hacer negocios “asistidos” por oficiales de la policía.  Mencionó algunos crímenes horribles cuyas investigaciones no avanzaban ni un milímetro.  Explicó que durante las últimas manifestaciones  políticas, en la Plaza Central, la policía reprimió brutalmente a estudiantes, mujeres y ancianos.  Delincuentes que fueron detenidos en el interior del país, fallecieron misteriosamente antes de llegar a las prisiones que les tenían “asignadas”.

 Junto con la carta, el joven remitió al General de las Brigadas Policiales un informe sobre “el régimen carcelario”, escrito  por un fraile  mercedario especialista en asuntos penitenciarios.  Según este fraile, los reclusos “controlan” el archivo donde se registra el ingreso y la puesta en libertad de los presos.  Si el preso liberado quiere ir a su casa, deberá pagar “peaje” a un ejecutivo del presidio y una contribución extra al “pato macho del penal”.  Esté ultimo, protegido por “oficiales de la institución”, puede propinar severas golpizas a convictos y reos que se nieguen a pagar cuando salen en libertad.  Sigue habiendo celdas solitarias y torturas, a pesar de la “cacareada reforma carcelaria”.

 Los presos no son nunca iguales; algunos disfrutan de camas, colchones, electrodomésticos, que no están disponibles en todas las áreas del presidio.  Ciertos “internos” tienen derecho a recibir visitas a cualquier hora, lo mismo de familiares o amigos que de amantes y “entretenedoras”; utilizan las redes de “Internet”, poseen teléfonos celulares y armas.  El fraile que redactó el informe se encuentra ahora en los EUA, recabando datos para una historia del antiguo Presidio de Alcatraz.

 Para concluir su insensata carta-denuncia, el joven preguntó al jefe de la Policía: ¿por qué muchísimos jóvenes traficantes menores de drogas, quienes han sido condenados varias veces por el mismo delito, salen de las cárceles con tanta facilidad? Luego vemos en los periódicos que cometen asesinatos, asaltos, robos y otros desmanes.  Entonces las autoridades se ven obligadas a dar a conocer los expedientes de estos sujetos; los “prontuarios” judiciales de muchos de ellos producen espanto.

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