A PLENO PULMÓN
Una crisis aplazada

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Una crisis aplazada

A todos los niños hijos de inmigrantes indocumentados debe expedírseles un acta de nacimiento, esto es, un documento civil de identidad, no de nacionalidad.  Las actas de nacimiento han sido expedidas por la Iglesia, por los hospitales de maternidad, por los jueces civiles ordinarios.  En cada época hubo una práctica administrativa generalizada para dar constancia de los nacimientos.  Los registros civiles se han ido organizando lentamente en todos los países pobres.  Es claro que la mayor parte de los niños sin actas de nacimiento han de ser hijos de haitianos indocumentados.  Son mayoría abrumadora.  Ningún grupo de extranjeros inmigrantes puede compararse, cuantitativamente, con el de haitianos residentes ilegales.

Eso de hablar de “blanquitos” y “negritos” para argüir discriminación por parte de los dominicanos, es pura “demagogia extranjerista”, trapacería política malintencionada.  En este asunto de los indocumentados debemos reconocer que los dominicanos somos los culpables principales de que vivan en nuestro territorio cerca de dos millones de haitianos.  Los jueces civiles dominicanos han firmado y sellado miles de actas falsas; los cónsules han otorgado montones de visas.  Nuestros militares también han hecho negocios con el paso de emigrantes a través de la frontera dominico-haitiana.  Los empresarios agrícolas contratan continuamente trabajadores haitianos; necesitan mano de obra barata para sus cultivos.

¿Y los partidos políticos? Es una vieja costumbre “cedular” haitianos para que voten en las elecciones dominicanas.  Los tres grandes partidos han “ejercido” esa práctica tramposa.  Les parece que los trabajadores haitianos estacionales o temporales pueden considerarse “dominicanos provisionales”.  O sea, mientras dure la campaña electoral.  Los “transportistas” dominicanos abusan de la pobreza de los haitianos y cometen parecidos actos de irresponsabilidad; hacen igual que cada uno de los grupos citados previamente: incrementar peligrosamente la inmigración.

El pueblo haitiano sufre toda clase de penurias: falta de empleos, inseguridad, epidemias, desorden administrativo, injusticias de diversos órdenes.  El terremoto del 2010 acabó por sepultar muchas de las esperanzas de ese pueblo.  Emigrar de un país intervenido militarmente es uno de los pocos caminos que tienen a la vista.  ¿A dónde van a ir? Al país vecino, que es más verde y promisorio.  Con el beneplácito de otros países que prefieren emigrantes menos pobres, con mejor salud y más educación.

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