A pleno pulmón
Una extraña enfermedad

A pleno pulmón<BR>Una extraña enfermedad

Durante toda su historia los seres humanos han vivido rodeados de injusticia o abrumados por ella.  Las luchas sociales son episodios del permanente esfuerzo por suprimir o disminuir las injusticias.  Es un horror que Nelson Mandela haya permanecido 27 años en prisión por oponerse al “apartheid” en Sudáfrica; también es espantoso que Mahatma Gandhi, luchador pacífico por la autodeterminación de su pueblo, fuera asesinado en 1948. Podemos hacer una larguísima lista de injusticias: antiguas, modernas, contemporáneas; desde la persecución de Anaxágoras y el juicio de Sócrates o la represión de Galileo, hasta el fusilamiento de García Lorca y la condena de Milovan Djilas.

 Ha transcurrido más de medio siglo desde el asesinato de las hermanas Mirabal; nos consterna aun saber que fueron muertas a garrotazos.  Es sólo una de las muchas “injusticias locales” que tuvieron lugar durante la Era de Trujillo. ¿No era suficiente que sus maridos estuviesen encarcelados y ellas vigiladas continuamente? Parece haber un bicho malvado que engendra crueldad en los hombres, sobre todo en aquellos que alcanzan el poder político.  Nadie acierta a comprender en su integridad los “cambios fisiológicos” que produce la ambición de mandar.  No logran hacerlo muchos psicólogos que estudian el comportamiento de emperadores romanos como Tiberio o Cayo Calígula.

 Ni siquiera Shakespeare, poeta y dramaturgo, genial observador de la conducta humana, consigue iluminar los pliegues de las almas retorcidas de monarcas ingleses.  “Macbeth” es una maravilla literaria que muestra los hechos sin explicarlos; a veces, nos abre una rendija por donde podría colarse alguna aclaración parcial.  ¿Cuáles son las proteínas que circulan por el cerebro de Bashar el-Assad, el gobernante Sirio? ¿Qué enzima desconocida invade el torrente circulatorio de los dictadores?

 Los investigadores de las ciencias naturales dan por supuesto que cada enfermedad infecciosa es producida por algún microorganismo.  El bacilo de Koch es causa de la tuberculosis, el bacilo de Hansen produce la lepra.  La cuestión básica es “aislar” el agente patógeno.  Una vez “aislado”, es preciso encontrar una substancia antagónica que lo destruya y haga posible la curación.  Pero no existe ningún antibiótico capaz de combatir los empecinamientos de los tiranos.  Ambición, codicia, egoísmo, no son enfermedades infecciosas; incuban sigilosamente en almas de hombres y mujeres.

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