A PLENO PULMÓN
Una glorieta efímera

A PLENO PULMÓN<BR>Una glorieta efímera

Todos los años el Ministerio de Cultura organiza una concurrida feria internacional del libro.  Hasta ahora ha celebrado catorce.  Cada año se colocan carteles en las calles de la Plaza de la Cultura con las fotografías y los nombres de escritores y periodistas destacados.  Es un homenaje que permanece visible para los visitantes hasta la próxima feria.  Durante la XIV Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2011 me tocó en suerte recibir esas distinciones.  Frente al edificio del Teatro Nacional se plantó un poste metálico con una fotografía mía sacada de los archivos de prensa,  acompañada de una lista de mis publicaciones y actividades laborales.

 El primer día de la feria hubo un acto público al que asistí con mi esposa, hijos y nietos.  El director de estas actividades, mi buen amigo, Alejandro Arvelo, pronunció un amable discurso acerca de mis libros, entre ellos “Ubres de novelastra”, que él mismo había puesto en circulación cuando fue editado.  En poco tiempo me vi rodeado de estudiantes que mostraban desplegables con títulos de mis obras y citas de algunos textos.  Había una urna que contenía ediciones viejas de “La feria de las ideas”.   Una joven muy inteligente y desenvuelta leyó una crítica sobre mis escritos.  El ministro José Rafael Lantigua me abrazó en actitud de renovación de nuestra vieja amistad. 

 Cuento todo esto para decir que escuché complacido los halagos; y así lo declaré a los funcionarios presentes y a los periodistas encargados de cubrir los diversos actos de la feria.  Pero ayer unos vándalos, desconocidos e inesperados,  rompieron el cartel y destruyeron foto y bibliografía.  Si en el primer caso se quiso honrarme, ahora es evidente que el propósito es vejarme, puesto que existen otras fotografías de otros escritores y periodistas que no han sido tocadas.

 No logro entender estas manifestaciones de desagrado o repulsión.  ¿Qué he dicho o escrito que mueva a alguien a “destruirme en efigie”?  Las pasiones políticas o ideológicas no parecen suficientes motivos para explicar un acto de esta índole.  Escribo en los periódicos, publico libros, filmo programas de televisión, las tres cosas con bastante aceptación “del mercado”.  Desde luego, no puedo aspirar a “la unanimidad”.  El homenaje efímero concluyó… demasiado rápido.

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