A PLENO PULMÓN
Universo sin lógica

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Universo sin lógica

En los años ‘60 visitaba con  frecuencia las casas de mis amigos: Tirso Mejía-Ricart, Antonio Avelino, Octavio Amiama.  Como es obvio, saludaba a sus padres, conversaba con ellos largamente.   Don Gustavo Mejía Ricart, historiador, padre de Tirso, poseía una biblioteca “bien provista”.  “Historia Universal, de Oncken, “Historia de Roma”, de Mommsen, ocupaban “lugares destacados”.  Don Andrés Avelino, filósofo, profesor de matemáticas, había sido redactor del “Manifiesto” literario “-no firmado-” del “Movimiento Postumista” que fundó el gran poeta Domingo Moreno Jiménes.

El padre de Octavio, don Manuel Amiama, hombre muy culto e inteligente, disfrutaba hablando con nosotros “los jóvenes”.  Recomendaba la lectura de tal o cual libro, “con la esperanza de educarnos”. A la casa de don Cundo acudían muchos de sus amigos. No faltaban nunca: Franklin Mieses Burgos, Juan Francisco Sánchez.  Escuchaba las cuidadosas explicaciones del licenciado Amiama en silencio; también las “precisiones” del profesor Sánchez acerca de filosofía escolástica o del “existencialismo reciente”.  Hacía pocas preguntas; permanecía callado casi todo el tiempo.  Mieses Burgos, risueño y chistoso, parecía menos formal.   Las conversaciones entre estas personas amables, espontáneas, constituían verdaderos “espectáculos intelectuales”.

Una noche de 1972 don Cundo me dijo:  -¿Ya oíste hablar del libro de Julián Marías titulado “Antropología metafísica”.   –Si, don Cundo.  -¿Conoces el contenido? –Sí.  –¿Puedes hacer una síntesis? Aquel día recibí “autorización” explicita para hablar “sin levantar el dedo enfáticamente”.  Amiama conocía muy bien los filósofos neokantianos; su amor a las matemáticas le llevó a estudiar geometría analítica, a Leibniz, el cálculo infinitesimal.  -¿Es cierto que ese libro toca el tema del conocimiento del mundo por la razón del hombre? –Así es, contesté.

El libro de Marías, cuyo contenido quería conocer don Cundo, está hecho a partir de la idea orteguiana de la “razón vital”; pretende describir “la estructura empírica de la vida humana”.  La comprensión del mundo es difícil, no tanto por la complejidad del universo como por la multiplicidad de “razones” posibles.  La razón puede crear más confusiones que las cosas mismas.  La “estructura” del átomo parece ser contradictoria, ambivalente, mudadiza.  Si Leibniz viviera hoy  no afirmaría que “lo real es lógico”, que toda realidad es un caso particular de “lo posible, esto es, algo que no implica contradicción”.

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