A PLENO PULMÓN
Un sábado lluvioso

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El huracán Sandy ha traído “lluvias torrenciales” y producido numerosos daños en Cuba, Jamaica, Haití, incluyendo veinte muertos.  En la República Dominicana hemos confrontado suspensiones prolongadas de los servicios de energía eléctrica; tres acueductos importantes quedaron averiados; unas trece mil personas han debido huir de las inundaciones.  Los periódicos  de ayer difundieron  dramáticas fotografías  de viviendas  anegadas. Un centenar de comunidades permanecen aisladas hoy.  Muchos puentes y carreteras están deteriorados severamente.  Hay familias que han perdido los enseres domésticos y carecen de alojamientos adecuados.

La Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales trabajó con eficiencia para restaurar los circuitos interrumpidos.  Según la información disponible hasta ahora, el “colapso del sistema eléctrico” se debió a la “antigüedad” de las líneas de transmisión.  Los lugares donde no se ha restablecido el servicio eléctrico están “bajo aguas”.  El gobierno se ha movilizado rápidamente para ir en socorro de los afectados por el huracán.  Como en casos anteriores, existe gran preocupación por el “nivel de las presas”  y por la situación de sus “sistemas de desagüe”.

El propio Presidente Medina estuvo reunido con los miembros del Comité Nacional de Emergencia.  Se anunció que “nueve unidades de cocinas móviles” serán enviadas a Dajabón, San Cristóbal, San José de Ocoa, Santiago Rodríguez, Azua y Barahona.  En la localidad de Los Jaquimeyes más de 200 viviendas han sido arrasadas por las lluvias.  Los informes de meteorología indican que en esa región han caído 280 milímetros de agua.  Ayer se mantenía “alerta roja” para 13 provincias.  Agrada comprobar la rapidez con que las autoridades han procedido en esta oportunidad.

Las personas que están bien guarecidas en sus casas, que han recibido este periódico y probablemente planean cocinar un sancocho, deben pensar en las muchas personas que carecen de una manta y un colchón, en Barahona y otros lugares.  Es muy confortable saborear un sancocho durante un sábado lluvioso; quienes tengan esa posibilidad deben dar gracias a Dios, a la suerte, a su trabajo, a sus padres, según los distintos pareceres y creencias; sin embargo, no estaría mal que sacaran del closet alguna ropa para donar a los damnificados.  Es tristísimo no tener cocina, cama, ropa seca.  Comer un sancocho caliente es un verdadero privilegio.

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