A PLENO PULMÓN
Vacaciones de burro

A PLENO PULMÓN<BR>Vacaciones de burro

He oído decir que antiguamente “los burros de Moca” llegaban en recuas a cierta plaza del pueblo donde eran descargados por unos peones de mercado.  Tan pronto se sentían libres de árganas llenas de leña, yuca o plátanos, los burros “daban la vuelta” y subían enseguida a las lomas para ser cargados otra vez con nuevas mercancías.  La anciana de La vega que explicaba la conducta de los burros quería decir: una vez usted se acostumbra a trabajar, lo sigue haciendo, automáticamente, como los celebrados “burros de Moca” al comienzo del siglo pasado.  Esa anciana era mi abuela.

Me he acostumbrado a trabajar –al cabo de muchos años de entrenamiento- de  la misma manera que los burros mocanos.  Desde que completo una tarea, inmediatamente comienzo la siguiente.  Un programa de TV, un artículo de prensa, un ensayo articulado, un libro, una conferencia; a eso se añaden las docenas de “gestiones administrativas”, oficinescas y domésticas, con que la vida castiga a “los padres de familia”.   No lamento este destino de burro, pues gracias a esos “hábitos laborales” me he librado de la miseria, de la infamia y la mala conciencia. Pobreza, deshonra y remordimientos, se ahuyentan con trabajo continuo.

 Pero deseo vivamente tomar unas buenas vacaciones que me permitan viajar por Grecia y Turquía… con el pretexto de realizar reportajes acerca de “la confluencia de las culturas de Oriente y Occidente”, las comidas propias de cada lugar, conflictos sociales y económicos, música popular, artesanías tradicionales o bailes típicos.  Para lograr cosa semejante habría que trabajar en agencias de viajes o en el Ministerio de Turismo.  Cuando Ernest Hemingway era joven el periódico “Toronto Star” lo nombró corresponsal en Constantinopla.

 Difícilmente a un viejo le concedan una oportunidad así.  Obviamente, es posible financiar viajes si uno se lo propone tenazmente.  Con las maravillosas técnicas digitales de hoy, fotografías y escritos llegarían al computador “en un dos por tres”.  Los estímulos producidos por la contemplación de paisajes inusuales potencian el trabajo de escritores y periodistas.  Sé que hay burros mansos y burros rebeldes; sin embargo, nunca he tenido noticias de que existan burros haraganes.  Aunque los burros tomen vacaciones, terminan siempre trabajando.  Únicamente cambian el contenido de las árganas.

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