A PLENO PULMÓN
Veletas y anemómetros

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Veletas y anemómetros

Los dominicanos de hoy no dan crédito a lo que dicen otros dominicanos, no importa que sean políticos, empresarios, policías, sacerdotes, periodistas, sociólogos, economistas.  ¿Dónde está la trampa? ¿Cuál es el engaño? ¿Qué quiere ocultar? ¿A quién defiende? ¿Quién paga a éste para decir lo que dice?  Antes de terminar de escuchar un argumento, una “tesis”, “un discurso”, el oyente ha cuestionado su autenticidad, buena fe o pertinencia.  Los policías han perdido credibilidad porque con mucha frecuencia son cómplices de los delincuentes.  El ciudadano, por  tanto, no confía en “las fuerzas del orden”.  Esa actitud descreída es la causa de la insolidaridad general que padece la sociedad dominicana.  ¿Cómo “sumarme” o adherirme a movimientos en los que no creo?

Los políticos mienten programáticamente; prometen aquello que saben no van a cumplir.  Quienes oyen las promesas de los políticos “sopesan”: las ventajas de dejarse engañar; los inconvenientes de “hacer denuncias” sobre las cuales no habría ninguna investigación. En cambio, sí es “razonable” esperar que haya “represalias” por parte del denunciado.  Muchos dominicanos optan por “hacer creer” que son engañados.  Cultivan un arte auxiliar de la actuación teatral: el “arte de parecer pendejo”.  Casi siempre ambas partes tienen plena conciencia de que “desarrollan” una “ficción escénica”. 

 Los políticos contemporáneos no tienen nada que ver con Maquiavelo.  Al fin y al cabo, Maquiavelo, un patriota florentino que trabajaba al servicio de la “Signoria”, el cuerpo legislativo que gobernaba la ciudad, era leal al describir “las técnicas” que permiten a los príncipes retener el poder político.  Ahora los políticos preguntan a los publicistas y mercadólogos: ¿A favor de cuál candidato están los oportunistas en este momento?  Los cambios en las “emociones colectivas” son percibidos, inmediatamente, por los oportunistas.

 Un hombre de Estado de nuestros días no tiene necesidad de recurrir al consejo de hombres “prudentes y sabios”, como  ocurría en el pasado.  Los oportunistas y sinvergüenzas son veletas y anemómetros que indican la dirección del viento y su velocidad.  Los sondeos de opinión que antiguamente realizaban expertos encuestadores, carecen de la precisión comprobada de los oportunistas, “tránsfugas” y otros mercaderes de la política electoral.  Los políticos sagaces “no prenden el motor”, ni siguen un derrotero. Prefieren navegar a vela.

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