A PLENO PULMÓN
Ver caer al trapecista

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Ver caer al trapecista

Siendo yo un adolescente llegó un circo a la ciudad de Santo Domingo.  Se anunció que habría espectáculos con elefantes, leones, trapecistas y payasos.  Acudí con varios  amigos al lugar donde se estaban levantando las carpas.  Quedé impresionado al ver una jaula en la que había tres monos con el rabo larguísimo.  Uno de los organizadores del circo se acercó a los jóvenes mirones y dijo: “pueden venir todos esta noche a la primera función; yo les dejaré entrar; soy el capitán Di-Stefano”.

Al caer la tarde, en la entrada, frente a la boletería, encontramos al capitán  Di-Stefano. –“Dame tres tarjetas especiales para estos tres muchachos; entren rápido y buena suerte”.  Nos acomodamos en unas gradas de madera desde donde podíamos contemplar la arena central y la cúspide de la carpa principal.  Sonó la música; apareció un jinete sobre un caballo que dio una rápida vuelta por el escenario; enseguida, estalló un látigo; y por una cuerda vi ascender un gimnasta: subía elegantemente gracias al limpio esfuerzo de sus brazos musculosos.  Una vez arriba, el acróbata se lanzó sobre el trapecio al que hizo oscilar violentamente; entonces lo soltó para dar tres volteretas, hasta caer en otro trapecio, varios metros más abajo.

Yo miraba con grandísimo asombro las maravillas que hacía el trapecista.  Entonces quitaron la malla de seguridad para que el trapecista actuara con mayores riesgos. Fue entonces cuando descubrí individuos adultos a mi alrededor que deseaban ver caer al trapecista.  En vez de respirar aliviados cuando este lograba asirse del travesaño, expresaban frustración al no haberlo visto precipitarse sobre la tierra dura.

Personas que son meros contempladores de un espectáculo que requiere años de entrenamiento y destrezas infrecuentes, no aprecian la actuación del protagonista, de aquel que trabaja, hace las piruetas y corre todos los peligros propios del ejecutante.   Durante años mantuve en mi memoria aquella experiencia de los trapecistas del circo.  Mucho después, supe que en los ruedos taurinos también aparece gente que quiere ver al torero más cerca de los cuernos del toro, con la secreta esperanza de que lo coja y lo mate.  El alma humana tiene tantos repliegues que uno no acierta con la explicación. ¿Rechazo del actor protagónico?

Publicaciones Relacionadas

Más leídas