A PLENO PULMÓN
Verruga periodística

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Los periodistas “oyen hablar” acerca de cómo vive la gente en la cañada de Guaijimía o en la Barquita de Santa Cruz.  Sé de un periodista que quedó pasmado al ver las enfermedades que contraían los niños de Guaijimía.  Las pudo conocer por fotografías que tomaron médicos, sociólogos, trabajadores sociales.  Ombligos largos y barrigas llenas de parásitos eran cosas que había visto antes; pero deformidades óseas, infecciones crónicas en la boca, los ojos, inflamaciones de los ganglios linfáticos; de eso no sabía nada.  La redacción de un periódico es un mirador fortificado en la retaguardia de la vida colectiva.

No es lo mismo ver una fotografía que percibir los malos olores del agua estancada.   Transitar por esos lugares obliga al visitante afortunado a reconstruir o “integrar el contexto”.  Las calles en mal estado, viviendas precarias en terrenos que se deslizan, escolaridad mínima en niños y adultos, se añaden a la insalubridad y la desnutrición. 

Las aguas de Guaijimía fueron canalizadas para que descargaran en el Mar Caribe.  Con ayuda de “programas del exterior”, algunos tramos de la cañada fueron embovedados.  En este caso el gobierno realizó un trabajo notable; construyó casas para “reubicar” a los habitantes del sector. 

Un conocidísimo humorista de la TV dijo hace tres años que la mayor parte de los barrios pobres de nuestro país llevan nombres que comienzan con “gua”: Gualey, Guachupita, Guaricano, Guaijimía.  Un alarido de desesperación parece quedar interrumpido en la garganta al denominar esas concentraciones de miseria: “guay mi mai, qué dura es la vida”.  El punto básico es que aunque el gobierno construya viviendas, y haga el saneamiento de este barrio y aquel, son muchos, como señala con dolor el humorista.

Si en estos barrios el trabajo remunerado es “ocasional”, no debe extrañar que la delincuencia sea permanente.  Chiriperos, echadías, obreros desempleados, sus hijos e hijas, son las “materias primas que transforma el crimen organizado”. 

El ejército de mercaderes menores de cocaína sale, en buena medida, de esas comunidades sin esperanzas.  Sospecho que sicarios jóvenes, y niñas asesinas de taxistas, brotan de la simiente de la pobreza extrema.  Este es el terrible problema que nos plantean el crecimiento de la población y la escasez de empleos.

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