Supe de la vida de María Totuma el año pasado, en diciembre, cuando salí de una clínica privada recién operado de hernia inguinal. Todo ocurrió tan rápido y tan inesperadamente, que no sé cómo contarlo. Fui a pagar las cuentas de los médicos para irme a casa; me senté frente a la ventanilla de la cajera, cerca de un botellero refrigerado. No quería estar de pie mucho tiempo. Debe pagar separadamente la cuenta del anestesiólogo y los gastos de la sala de operaciones; están completando papeles, espere un momento María me miró compasivamente. No le tenga miedo a la muerte; morir es muy difícil. La vida es terca y siempre se sale con la suya.
Señor, ahora le atenderá Enércida; yo estaré del otro lado dentro de algunos minutos; ya es mi hora. Retiró entonces un listón en el que aparecía su nombre. Saqué mi tarjeta de crédito y la entregué a la joven. ¿Puedo hacer un cheque a nombre del médico anestesiólogo? Sí; aquí está el nombre del doctor. Cuando ya tenía en mis manos los detalles de los gastos y los recibos, llegó María Totuma sonriente y confiada. Ya le digo, morirse es una empresa complicada cuando Dios no lo ha dispuesto; a veces los suicidas no consiguen matarse. Desde luego, la muerte es lo último que nos ocurre. Y lanzó una alegre risotada.
La miré atentamente; tenía una cicatriz en la frente; vigilante y observadora, la mujer notó el vistazo. Puso su mano en el nacimiento del pelo. Es ahí donde estuvo el quiste; por eso me llaman María Totuma. Mi nombre verdadero es María Cruceta. Ningún peinado lograba disimular el quiste; era grandísimo. Un médico de aquí sacó el quiste y me cosió la frente. No sé como agradecerlo; además, me consiguió trabajo en esta clínica. Bebía todos los días; ya murió ese médico. Gracias a él tengo la frente lisa; nadie me rechaza.
María, tiene usted familia? Sí, tengo un hijo. Lo tuve con un joven revolucionario de un grupo extremista. Me abandonó; le interesaba más la revolución que la manutención. Mi hijo ya tiene 14 años. Cuando me extrajeron el quiste los celos no lo dejaban vivir; quería matarme.