Cada individuo elabora un proyecto distinto para pasar las navidades. Algunos desean viajar a otros países a visitar hijos, hermanos; otros se trasladan al interior de RD para acompañar a los viejos, esto es, padres, abuelos. En ambos casos la familia es el eje de los planes. Hay quienes prefieren ir de vacaciones a las montañas para contemplar paisajes neblinosos, provistos de abrigos, whisky, brandy, ponche de leche y huevos. Quieren pasarlo bien, abandonar la ciudad, irse lejos de casa Su centro de gravedad es el disfrute personal, el descanso reparador, en compañía de amigos y familiares.
También en estos casos están presentes las familias, las relaciones interpersonales; y ambas cosas conectadas con el placer de consumir comestibles y bebestibles.
Escuché a una mujer, empleada de una tienda de ropa, decir: estoy loca por coger mi doble sueldo para comprar anillos, panties, brazaletes; todo me lo echaré arriba. Su mayor interés residía en adornarse y vestirse. Esta actitud, femenina y consumista, es frecuente; por supuesto, presenta grados y matices que van: desde la bisutería común y corriente hasta las joyas con diamantes y zafiros. Todo depende de las disponibilidades dinerarias de cada cual.
Los placeres de mesa son importantes en cualquier tiempo; en la Navidad son fundamentales. Lerenes, pan de frutas, el declinante manicongo, eran delicias de la clase media de Santo Domingo y sus alrededores. Comer una pierna de cerdo es siempre una decisión acertada, no importa lo que digan nutriólogos y dietistas. Los pobres aprovechan esta época para comer frutas extranjeras y algún turrón español. Los grupos afortunados comen gozosamente jamón glaseado y costosas frutas secas del Oriente Medio.
Esos proyectos individuales son inobjetables; me parecen todos buenos y válidos. Sin embargo, hay personas que durante la Navidad van a las iglesias a dar gracias a Dios por estar vivos y saludables, por tener cerca sus seres queridos, por disfrutar de trabajos remunerados que les permiten poner la mesa. Dichas personas descubren rápidamente que esa no es la situación de la mayoría de los dominicanos. Y año por año contribuyen, con teleras, pedazos de puerco asado, a aliviar dolores producidos por la escasez. A cada uno de estos grupos les deseo: ¡Feliz Navidad!