La forma de las campañas políticas tendrá que ser modificada. El bandereo y la caravana han sufrido un desprestigio que guarda relación con el de los partidos políticos. El descrédito de los partidos es enorme; pero siguen siendo una manera de vivir. En esto los partidos políticos se parecen al negocio del tabaco. Los cigarrillos continúan vendiéndose; hay sin duda, demanda efectiva; pero en las cajetillas debe aparecer una leyenda que indique: fumar es peligroso para la salud. Existen hoy pocos lugares públicos donde se permita fumar. El fumador, lentamente, va convirtiéndose en un réprobo. Antiguamente, un cigarrillo colgando en los labios emparentaba estéticamente con el actor Humphrey Bogart.
Tal vez caigan en desuso los atronadores equipos de sonido que acompañan las movilizaciones políticas en RD. Podrían ser sustituidos por docenas de los conjuntos musicales que llamamos pericos ripiaos. Tambora, güiro y acordeón son tres instrumentos musicales; también significan tres dominicanos empleados en el mantenimiento del folclore de la RD, de la cultura popular auténtica. No hay dominicano al que no guste escuchar un buen merengue. Incluso los jóvenes habituados a la música norteamericana, o al rock ácido, no rechazan al Compadre Pedro Juan. Y no estaría mal un reencuentro con nuestras raíces artísticas, raciales, sentimentales.
La política dominicana requiere de profundas transformaciones, en las formas y en el fondo; es obvio que el fondo ha de ser siempre más importante que las formas; pero las formas son ademanes, anticipos, sugerencias, de lo que efectivamente es el carácter de una campaña política. El proselitismo partidarista tiene que buscar modalidades capaces de suscitar entusiasmos en nuestra colectividad, descreída y desalentada; promover manifestaciones rápidas en los barrios, semejantes al viejo micromitin que estuvo de moda tras la caída de Trujillo.
La renovación del liderazgo dominicano no será posible sin sacudir el letargo de una población apaleada continuamente por el cinismo de los pseudocratas. Habría que cambiar las personas y los propósitos, ciertamente; también el estilo, los enseres y medios, para convocar a la gente hacia la acción social. Micromítines, pericos ripiaos, visitas y cartas pastorales como las de San Pablo, quizás sean útiles. Tribunos y tribunas diferentes serán imprescindibles. Tribunas con ruedas que puedan penetrar en callejones.El descrédito de los partidos es enorme; pero siguen siendo una manera de vivir. En esto los partidos políticos se parecen al negocio del tabaco.