A PLENO PULMÓN
Vuelta  a la rutina

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Vuelta  a la rutina

He pasado cuatro días sin leer periódicos, sin ver la televisión, sin encender una “laptop”.  Tampoco he escuchado la radio.   Mi mundo habitual está constituido por la televisión y los periódicos. Mi trabajo ha estado ligado siempre a los diarios, a los programas de noticias, de comentarios en TV.  He prescindido de todo esto y, al parecer, no he sufrido ningún “daño físico”.  Hago bien la digestión, orino perfectamente, no tengo trastornos de la circulación; hasta la tos que padecía ha desaparecido.

Jorge Luis Borges afirmaba, tal vez con encono, que los periódicos deberían publicarse cada siglo; nunca diariamente; así “traerían” noticias importantes: el descubrimiento de América, la división del átomo.  Creía que las páginas de los diarios estaban llenas de “boberías”, como la persecución de un ratero por una calle muy concurrida, “el lanzamiento” de una substancia para conservar el peinado de las señoras durante cinco días.   Quizás esto sea mera “exageración literaria” de un hombre “anticuado”.  Pero podría contener algo de verdad.

Cuatro días en una playa distante de la ciudad, acompañado por tu familia y rodeado de extranjeros desconocidos, podría considerarse un “tratamiento psiquiátrico alternativo”.   Cambiar de perspectiva, física o atencional, se tiene por “bueno para la salud mental”.  Solo dos libros toqué en estos días.  “Antología general”, de Pablo Neruda, recién publicado por Alfaguara.  Con este libro se rendiría homenaje al poeta chileno, en Valparaíso, durante el V Congreso Internacional de la Lengua Española.  El terremoto frustró el acto académico.

 Ruth Herrera llevó la poesía de Neruda  hasta la puerta de mi casa poco antes de “coger la carretera”.  Reviví enseguida mis años juveniles de entusiasta lectura de “La canción desesperada”.  El otro libro es la Biblia; específicamente los capítulos 18 y 19 del Evangelio de San Juan, leídos por mi hija y su esposo.  ¿Qué es la verdad?  Pregunta Pilatos a Jesús en el pretorio.  “Despojado” de la televisión y los periódicos, no me sentí “privado de bienes esenciales”.  Tenía a mi familia, estaba presente la poesía de Neruda y el abismático Evangelio de San Juan.  Mientras “el cinturón ruidoso del mar ciñe la costa”, los vínculos de sangre, la belleza poética, la reflexión religiosa, ocupan repentinamente el lugar central.

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