A PLENO PULMÓN
Yunque, lezna y chaveta

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Yunque, lezna y chaveta

Se ha dicho que “los cuatro días más difíciles del mes… todos son lunes”. Parece una sentencia de zapatero remendón del siglo pasado.   Se tenía entonces por una verdad que los zapateros se iban de juerga los viernes en la noche y todavía los lunes no se habían repuesto de la borrachera.  Pero además, gozaban fama de ser pensadores agudos.  Mientras clavaban tacos y suelas reflexionaban acerca de la vida y la muerte.  Algunos zapateros eran asiduos lectores de buena literatura.  La afirmación relativa a los lunes parece verosímil atribuirla a los zapateros.

Un zapatero a quien conocí cuando cursaba el bachillerato hablaba de su oficio con acentuado orgullo.  “Mientras tengo la boca llena de tachuelas no puedo toser, pues lanzaría sobre los clientes una lluvia de perdigones afilados; tampoco puedo tragar saliva porque corro el riesgo de comer tachuelas y morir de una infección estomacal.  Tengo que estar pendiente de estas cosas, pensando siempre donde pongo la puntilla y donde doy el martillazo.  También debo mantener bajo control mis emociones; la gente se va de lengua cuando se queja de mis servicios; y yo estoy armado en todo momento”.

“Agujeta, lezna, chaveta y  martillo, son armas mortales que no debo usar nunca, a menos que sea agredido por un forajido.  Tener una tabla y un yunque sobre las piernas activa la circulación de las arterias principales.  Eso dice el doctor Goico cuando trae sus botas de montar.   Me gustaría escribir todo lo que pienso en soledad tiñendo con betún suelas de zapatos.  Cuando afilas una chaveta no puede haber descuido; al emplearla no se debe rayar la piel del zapato.  Este es un oficio que exige concentración”.

Mi apreciadísimo zapatero decidió un día emigrar a los EUA.  Después de varios años de trabajo duro, regresó a su país y estableció una Clínica para Zapatos, completamente mecanizada.  Un motor movía una escobilla de felpa para lustrar.  Un “dispenser” con inyector rociaba colorantes sobre las suelas.  Disponía de aparatos de coser en piel.  Me dijo: “hay que modernizarse para tener una vejez tranquila.  Los “yanquis” saben trabajar; inventan herramientas para que la vida sea más cómoda.  Solamente hombres muy brutos insisten en seguir en lo mismo”.

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