Importantes segmentos de la población no dejarían seguramente de requerir del Estado respuestas más completas a múltiples problemas de su existir, aunque el segundo cuatrienio del presidente Abinader comenzó ayer con un repaso a grandes rasgos de los avances de valor social que atribuyó a su primera administración por la solidez institucional atractiva a la inversión y por efectivas respuestas a graves situaciones coyunturales como las traídas por el covid-19 y otras de orden logístico que ha arremetido desde un mundo exterior azotado por males globales con repercusiones hacia todas las latitudes. Los efectos inflacionarios de esos infaustos días y la caída del turismo internacional no redujeron para lo inmediato su pujante y excepcional expansión en República Dominicana.
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Sin embargo, para certificar a cabalidad la realidad actual del país habría que reconocer, como lo ha hecho una y otro vez el gobernador del Banco Central, que el crecimiento del PBI sigue sin llegar con bondades a un gran segmento poblacional. Como si la redistribución de la riqueza siguiera quedándose demasiado corta. Con una cota presupuestal a Educación de 4 % que no redunda en eliminar serias limitaciones; reafirmándose que sigue por debajo de las de países similares y de enseñanza eficiente como Costa Rica. Inferior además a las de otras naciones del mismo nivel. En Salud, no logra ocultarse que las actuales carencias e imperfecciones de los servicios delatan como insuficiente que a la salubridad pública solo se dirija el 2.0 % del PBI.